Opinión Regar con un agua que no tenemos ni tendremos
Se encona la lucha por el control de un agua de la que somos deficitarios, exponiendo amplios territorios a la desertificación y el abandono
Carmen Molina Cañadas
Miguel A. Quesada Felice
No solo el Cambio Climático es
responsable de que los procesos de desertificación escalen en el territorio
(hasta un 75% en peligro de desertificación). La especializada, -aunque
imprudente-, agroindustria exportadora, que logra disminuir el consumo de agua
por peso de producto cosechado, tiene mucho que ver con esta situación.
Aumentar la eficiencia en el consumo de agua conduce a una intensificación de
los cultivos. Hay dos paradojas que considerar en esta ecuación: la de Jevons y
la del Riego Tecnificado. La primera se
refiere al hecho de que cuando un proceso técnico conduce a un aumento de eficiencia
en el uso de un recurso con fines productivos, esa eficiencia no se traduce en
una disminución de la presión sobre el recurso, sino en un incremento de su
demanda.
Es un hecho que hay una gran
presión sobre el “recurso” agua, aunque es discutible admitir la aplicación de
este término productivista para un componente básico de la vida. Esta presión
es evidente sobre las aguas superficiales, pero también lo es especialmente
sobre las aguas subterráneas, que, ocultas bajo el suelo, no se controlan con
la debida diligencia ni hay gobernanza efectiva sobre ellas. Y forma parte del
mismo ciclo junto al agua superficial, la que vemos.
La desecación de manantiales y cauces de ríos, tienen que ver con ese
sacar agua del sistema, sin que haya manera de reponerla a la velocidad a la que
se extrae.
Se suele pensar que una práctica
tradicional como el riego a manta desperdicia agua, pero, a pesar de su menor
eficiencia productiva a nivel de parcela, compensa en parte con servicios ecosistémicos,
relacionados con las acequias y la diversidad que albergan. El hecho de que el agua empape la tierra e
infiltre hasta el freático tiene un efecto positivo cuenca abajo ya que permite
mantener una mayor disponibilidad de agua, cierta recarga de acuíferos y mantenimiento
de manantiales.
Las vegas tradicionales que se mantienen con sistemas de regadíos históricos, mediante canales, acequias y albercas benefician a agricultores y territorios. Además de ser un patrimonio histórico, generan hábitats de gran biodiversidad, fertilizan las tierras, producen sombra y frescor, y mejoran el entorno, al tiempo que producen alimentos. La mayoría de estas vegas tradicionales que se situaban rodeando pueblos y ciudades, se han perdido o están en proceso de perderse. Con ello también se está perdiendo la capacidad de producir y consumir localmente aquellos alimentos que cada territorio puede proveer.
Es sabido que el riego localizado
es más eficiente en el uso de agua. Sin embargo, puede llevar a mayores
consumos de agua de las cuencas si no se gestiona adecuadamente. Vamos con
algunos datos:
֍ Según
el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2024, de los 3,71 millones
de hectáreas en regadío actuales, el 80,57 % cuenta con sistemas de riego
localizado. Sin embargo, su implementación ha venido de la mano de un incremento muy significativo en el
consumo de agua, una parte significativa de origen subterráneo. Una de
las razones ha sido un incremento de la demanda ya que se ha triplicado la
superficie regada desde 1970 hasta la actualidad. Es decir, se ha cumplido la Paradoja
de Jevons.
֍Por otro
lado, la Paradoja del Riego Tecnificado pone de manifiesto que hay
que distinguir entre usar agua y consumir agua. Cuando se riega por goteo, la
mayor parte del agua utilizada acaba siendo transpirada por la planta y vuelve
a la atmósfera. Sale del sistema y se pierde. El uso de agua con el goteo se
ajusta a lo que la planta requiere. Siendo así, al modernizar una hectárea de
riego a manta y transformarla a riego por goteo, con menos agua se produce lo
mismo. Esto supone un ahorro. Sin embargo, hay que saber que casi toda el agua
usada en riego por goteo se pierde de la cuenca, mientras que, en el riego a
manta, menos eficiente a nivel de parcela, una parte queda disponible para su
uso cuenca abajo.
Si el ahorro de agua conseguido con el
riego por goteo se usa para aumentar la superficie regada, se acaba consumiendo más agua de la cuenca. Y es lo que está
ocurriendo: el ahorro se dedica a incrementar la superficie, consumiendo así más
agua, que se detrae de la cuenca.
Corolario: no es lo mismo usar agua para regar que consumirla.
Si nuestras cuencas se mantienen en
deficit año tras año y no hay gestión adecuada, se acaba consumiendo más agua de
la que repondrán las lluvias, generando mayores déficits anuales. Los déficits
actuales son el resultado de la extracción y consumo constante en nuestro país desde
hace más de 70 años. Cuestión añadida es que, el modelo de riego, requiere de
un uso intensivo de energía.
Hemos consumido más agua de la que
tenemos y las reservas han decaído hasta niveles alarmantes y difíciles de
recuperar en poco tiempo. Hemos generado un déficit estructural en la mayor
parte de nuestras cuencas hidrológicas, por eso hablar de más trasvases,
tampoco es sensato.
La superficie de riego no puede crecer
indefinidamente. Somos un país de clima mediterráneo y, estructuralmente
deficitario en nuestro balance hídrico anual. Esto quiere decir que el agua que
ingresamos anualmente (lo que llueve) es menos de lo que potencialmente podemos
evaporar cada año, en la mayor parte del territorio. Cuando extraemos agua de nuestros
acuíferos para regar por encima de la capacidad de recarga anual, las cuentas
sencillamente no salen, ni saldrán si no tomamos conciencia de ello y cambiamos
nuestro modo de actuar con pedagogía, valentía y rigor. De no hacerlo,
acabaremos con campos yermos y con territorios donde desaparecerán los suelos vivos y aparecerá el desierto.
En el modelo de agricultura intensiva
para exportación, sabemos que la presión de comunidades de regantes es intensa.
Exigen desaladoras bien mantenidas y de gran capacidad, construidas con fondos
públicos, o el uso a bajo coste de desaladoras privadas, para lo que solicitan
ser subvencionados. El representante de la Comunidad de Regantes del Campo de
Nijar, en Almería, que representa a más de 3.000 “agricultores” pide que la
desaladora de Carboneras, una instalación pública gestionada por la empresa
estatal Acuamed, se renueve y amplíe para garantizarles agua abundante y
barata. Acuamed, ampliará la capacidad de desalado de agua, pendiente desde
hace varios años, para mejorar su eficiencia energética. Pero la situación no
solo afecta a los 3.000 regantes del Campo de Níjar, sino a los más de 100.000
habitantes que viven en el Levante de Almería y cuyo abastecimiento humano
depende en gran medida de esa desaladora, después de que la agricultura
intensiva agote los acuíferos. Un apagón como el que sufrimos a finales de
abril, dejó fuera de servicio durante nueve días la desaladora. “En ese tiempo
no entró ni una gota al campo”, se lamentaban los regantes. Por eso, se quejan
de la ausencia de inversiones y piden que se reactiven los proyectos de nuevas
desaladoras para evitar un colapso de su intensiva producción de mercancías
agrícolas para la exportación, que, de hecho, es la que está poniendo en
peligro la soberanía alimentaria de los territorios, en este caso, del levante
almeriense.
El ciclo del agua de una de las zonas más secas e intensamente cultivadas de Europa lo quiebran las empresas agrícolas con sus prácticas abusivas en el uso del agua. Y es llamativo, ante esta situación, que el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, diga que la región será la que mayor volumen de agua regenerada produzca de toda España. El volumen de agua susceptible de ser regenerada es porcentualmente muy inferior al total de agua que se emplea en agricultura. Según datos del plan hidrológico 2022-2027, en el sistema V de las cuencas mediterráneas andaluzas, que incluye la zona de la que hablamos, la demanda anual del regadío el año 2022 era de 110,5 hm³ y el total de la demanda es de 132,8 hm3. Esto supone que el regadío en una de las zonas más áridas de la península ibérica se apropia del 83.2 % del recurso un año tras otro. Está bien regenerar, pero no es la solución al problema, habría que centrarse en gestionar bien la superficie cultivada regada y no incrementar el uso de agua en estas cuencas tan deficitarias estructuralmente y menos en el escenario de cambio climático que ya enfrentamos y que conduce irremediablemente a una disminución de la disponibilidad de agua. De hecho, el plan hidrológico vigente prevé un uso consuntivo para el regadío el año 2027 de 102,9 hm³ anuales (el 77,3%) de la demanda del año 2022, un 25% menos. Esto viene a dar cuenta de la irresponsabilidad del gobierno andaluz, el cual se empeña en recordar que la responsabilidad, tanto de construir desaladoras y otras infraestructuras hidráulicas, como de posibles trasvases de agua corresponde al Ejecutivo central, al tiempo que presume de la solución que él ofrece: las aguas regeneradas que obtendrá instalando en las depuradoras el tratamiento terciario, que es costoso y ofrece una cantidad insuficiente de agua, para las expectativas del sector.
La desalación en instalaciones privadas,
como la del Mar de Alborán, gestionada por Aqualia, cuesta más del doble que la
pública de Carboneras: unos 70 céntimos el m3 frente a los 30
céntimos del agua pública. Esto es así, porque ya se hizo la trampa hace unos
años, -gobernado aun Susana Díaz en Andalucía-, de subvencionar esa agua
pagando con dinero público el coste real. Los regantes dicen confiar en que se
llegue a un acuerdo para rebajar o subvencionar el precio, si al final tienen
que echar mano de la desaladora privada. O sea, seguir pagando con dinero de
todas, el beneficio privado de las empresas agrícolas, que nos están dejando
los territorios hechos un erial.
Es muy importante que se deje de
especular con el agua y que se deje de asumir que es obligación del gobierno
central garantizar el agua necesaria para los cultivos. Lo que deben garantizar
las administraciones es el agua de consumo humano para todas las poblaciones
que quedan en riesgo de desabastecimiento debido al abuso de un sector agrícola
sobredimensionado que produce principalmente para la exportación, a costa de
desertizar y amenazar la existencia de las gentes que habitan los territorios
sobreexplotados. En relación a esto, el Tribunal
Internacional por los Derechos de la Naturaleza dictó y publicó sentencia
contra la sobreexplotación
del Acuífero Aguas y el expolio de tierras y recursos hídricos
en el Río Aguas (Almería). Una sentencia no vinculante, pero que ayudaría a que
la dramática situación de la comarca llegara al Parlamento Europeo a través de
la denuncia de las asociaciones y localidades afectadas.
Los regantes también exigen el
trasvase Tajo-Segura, con el cinismo de proclamar que es para garantizar el consumo
humano, porque, según ellos, no habría problema si se hicieran las
“infraestructuras necesarias” para asegurar los trasvases y se abriesen nuevas
desaladoras. Sin embargo, el Gobierno central prevé disminuir el agua
trasvasada en los próximos años para asegurar el caudal ecológico del Tajo con
el fin de combatir el cambio climático asociado a la sequía prolongada.
La conclusión mas evidente, es que el
problema real no es solo la escasez de agua, sino la especulación: algunas
empresas compran derechos de agua, para asegurarse el suministro. Y lo hacen
para acaparar terreno y seguir creciendo.
En el campo de Níjar se siguen
sobreexplotando las tierras áridas con un agua que no hay, y con unos recursos
humanos que también se explotan en condiciones indignas. Y mientras se
recrudece la disputa por el control del agua, se van destruyendo ecosistemas
valiosos, que se habían mantenido durante milenios, y ahora perdemos a gran
velocidad.
Lo mismo que en los campos de Níjar,
está sucediendo en otros muchos lugares de nuestra geografía, como en toda la
franja costera del poniente almeriense, la costa tropical granadina, la
Axarquía malagueña, las zonas freseras de Huelva, o el enorme monocultivo que
se extiende por toda Andalucía del olivar en superintensivo.
Artículo publicado en El
Salto el 4 de julio de 2025
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