Soberanía y Territorio
¿Quién
ostenta en la actualidad la soberanía en todos los ámbitos y territorios del
planeta, en esta aldea global en que nos hemos convertido?
Hablamos,
sin analizarlo demasiado, del Sur global, del Norte rico, de las periferias de
un sistema global o de los márgenes de ese sistema. Expresiones de un discurso
que cambia nuestra percepción del espacio que ocupamos y del territorio que nos
contiene. Es como un juego dialéctico en el que la geopolítica conforma y decide
las relaciones entre estados. Al fondo, conflictos fronterizos, refugiados que
migran buscando territorios y horizontes amigables que difícilmente
encontrarán.
Hay muchos
“sures” en el norte que mantienen una relación económica de neo-colonia, en relación
a un, cada vez mas reducido norte rico
global. Y los territorios fuera de ese privilegiado círculo, carecen de
soberanía para decidir cómo gestionan y usan el espacio que ocupan.
La soberanía
tiene distintas escalas. Como ciudadanas, somos sujetos titulares de derechos
políticos, a la vez que estamos sometidos a leyes autonómicas, estatales y de
instituciones supraestatales como la Unión Europea, además de otros marcos
globales como los que imponen los tratados de libre comercio, que son
limitadores de soberanía, sin duda. La Soberanía
Ciudadana está menos delegada, cuando los derechos y los deberes se
concretan en un espacio próximo o local. Es más fácil ejercer nuestra soberanía
y sentir como nuestro lo que conocemos en primera persona, lo que nos afecta a
nosotras y lo que afecta a nuestros prójimos y vecinas de forma directa.
Hay en la
percepción del paisaje y paisanaje que compartimos, un componente emocional. Sentir
como nuestro el territorio que pisamos, no por poseerlo, sino porque nos acoge,
puede motivarnos a asumir un proyecto colectivo que valga la pena y que
consideremos nuestro. Un proyecto ligado al territorio, pero no entendido éste
como superficie y divisorias sino como continente del paisaje y las personas
que lo habitan. Ese paisaje, que mientras perdura, es testimonio de pasado y
esperanza de futuro.
Por esto es imperativo fortalecer y hacer efectiva la
SOBERANÍA, partiendo del nivel MUNICIPAL,
asegurando la representación y participación de los VECINOS (munícipes) y potenciar las
herramientas de participación y corresponsabilidad vecinales. Es el MUNICIPALISMO
una herramienta esencial.
Si vamos a
un ámbito superior de gobernanza, asumimos que todos los Estados de la UE, en
mayor o menor grado y a pesar de que la soberanía que prima todavía, es la soberanía nacional, han cedido una
parte de ella a esta Institución que, lamentablemente, todavía carece de un
parlamento que haya alcanzado la mayoría de edad, ya que como europeos no
tenemos aún una constitución.
Desde un
punto de vista económico, en general, a un alto porcentaje de regiones y
jurisdicciones territoriales menores les toca jugar el papel en que, el dinero
que generan es el resultado de vender y estropear los recursos de los que
disponen, poniendo en peligro la salvaguarda de los bienes comunes que
garantizan la supervivencia, y por tanto hipotecando el futuro. En este sentido
está justificado decir que somos una
tierra sin soberanía y en el contexto socioeconómico global la situación en
muchos lugares del sur y otras periferias europeas es la de ser colonias del
siglo XXI.
En aras de la convivencia en cualquier
sociedad, hay que definir los mecanismos y formas de gobierno territoriales que
permitan y aseguren a los ciudadanos unos mínimos para disfrutar de un buen vivir en libertad y ejerciendo la solidaridad.
Buen vivir significa asegurar el disfrute efectivo de derechos como la
educación, la sanidad, el techo, acceso a la energía, al agua y a alimentación
sana, el cuidado de los mayores y los refugiados entre otros. Para esto hay que
concretar en el marco de convivencia e incluir soberanías, como la alimentaria o la energética. Algunos de estos
derechos se pueden concretar desde el ámbito municipal, pero otros encuentran
mejor encaje en estructuras de gestión de nivel autonómico, federal o
confederal, de manera que se aseguren los derechos y el bienestar de las
personas allí donde vivan, es decir facilitar que sean soberanas.
De nuestro
propio pasado reciente y el de estados como Portugal y, especialmente, Grecia
(recordemos como estaba en 2012 y como continúa estando) ha quedado bien a las
claras que, en una Europa sin
constitución y con un parlamento limitado, la soberanía ha estado en manos
del poder económico y que los Estados se han plegado a él, supeditando los
derechos de las ciudadanas a, por ejemplo, dar "prioridad absoluta"
al pago de la deuda, algo que lamentablemente se incluyó en la constitución
vigente, sin preguntar a los depositarios directos de la soberanía que somos
los ciudadanos. En la actual situación parece que las prioridades económicas
hubiesen cambiado, pero no es así. Lo que ha cambiado es la situación general
de degradación ecológica y disminución de recursos energéticos y materiales en
general.
Así que la
soberanía, en realidad la ejerce el poder económico de las élites mundiales y no la ciudadanía. La globalización ha potenciado este hecho y
los tratados internacionales de comercio lo han normalizado. Hay un Gobierno
Global Soberano sin rostro, nada representativo, que ostenta cada vez más poder
y resta soberanía. El hecho de que la
riqueza a nivel mundial se acumule cada vez en menos manos es la manifestación
clara de este hecho. La Globalización económica está permitiendo intercambios
financieros y comerciales sin límites de fronteras, mientras impide movimientos
de personas y deja que se mueran los desposeídos y los que huyen de conflictos
bélicos, de gobiernos injustos o, cada vez mas, de condiciones climatológicas
extremas que expulsan a las gentes de sus tierras.
Hay que
romper el paradigma de que el crecimiento económico permanente sea condición
necesaria e incuestionable para progresar. De sobra sabemos que no puede ser en
un planeta finito del que ya hemos extraído y consumido recursos físicos, que
nunca más volverán a estar disponibles. No podemos mantener una economía
equivocada asumiendo que crecer es la única manera de generar empleo, porque el
objetivo de la economía es asegurar el bienestar de los ciudadanos que viven
hoy y de las que están por llegar, sin sobrepasar los límites planetarios.
Debemos
andar los caminos que faciliten una transición ordenada hacia un modelo de economía estacionaria donde impere
sobre todo el bien común.
La ciudadanía tiene que recuperar la
soberanía económica.
Supeditando la economía a dar respuesta a la crisis social y ambiental que
encaramos. ¿Cómo empezar a hacerlo?: Por ejemplo, incluir en un nuevo marco
constituyente, que no se antepongan los intereses comerciales y financieros a
los derechos de las personas. Un Anti
135, dicho sin rodeos. Para conseguir objetivos de este tipo se requiere
que este marco también se incluya a nivel europeo, no solo estatal. Al menos,
un nuevo tratado que complete el poder del parlamento, y con un núcleo de
países que realmente crean en esa Europa con identidad ciudadana y no sólo de
los mercados.
Creo que hay
un sentir general manifiesto a favor de una Europa de los ciudadanos.
Me gusta
pensar en un marco constituyente que potencie la soberanía a distintos niveles,
desde lo más local hasta lo europeo, un marco enfocado al aseguramiento de los
derechos de todos los ciudadanos/as y la preservación de los recursos naturales
de los que dependemos, por encima de los intereses comerciales y financieros
globales. La soberanía global depende de que se respeten las soberanías de cada
comunidad local.
Artículo
publicado en Revista El Observador el 7 de junio de 2021
Comentarios
Publicar un comentario