Cuidar la casa común. Frenar el saqueo
Que nuestra
civilización ejerce sobre los ecosistemas de la Tierra una gran presión y este
nos la devuelve de una forma u otra, es una evidencia que no podemos negar. Ya
sabemos que los virus del ébola, el SARS o el VIH han
saltado de los animales a los humanos después de la destrucción masiva de
selvas y bosques tropicales. Lo mismo podemos decir de la actual pandemia.
“El 70%
de los últimos brotes epidémicos han comenzado con la deforestación”
Las prácticas de deforestación intensa, que se
hacen siempre en nombre de la economía a corto plazo tienen efectos devastadores
no sólo para los ecosistemas.
Cada año, el
Día de la Sobrecapacidad de la Tierra se adelanta. Y nos recuerda que
gastamos recursos naturales, a MUCHA Velocidad. Nuestro planeta entró en
números rojos en 2020 el 27 de mayo. A partir de ese día, todos los
recursos que consumíamos se sumaban al déficit en la cuenta de resultados del
planeta.
Lo que hemos
aprendido con el COVID 19 es que el cuidado de los ecosistemas y de la
diversidad deben incluirse entre las acciones prioritarias en el abordaje de
Pandemias.
Hay
diferentes causas del deterioro tan intenso que sufre la biosfera. Nuestra forma de producir alimentos
es una de las principales. Las granjas industriales de animales, en muchos
casos para alimentarnos y en otros, más grave si cabe, para vestirnos son focos
de epidemias y pandemias.
Recordad
que, por ejemplo, debido al COVID 19 se han sacrificado 17 millones de visones
en Dinamarca, que tiene una población de animales humanos tres veces menor. En
España también se han debido sacrificar algunos millones.
La ingente
cantidad de piensos y pastos necesarios para alimentar la producción industrial
de carne es uno de los principales factores de deforestación mundial.
Al cortar la
selva para remplazarla por agricultura intensiva y contaminante, los animales
que viven en esos lugares sufren alteraciones por la transformación de sus
hábitats. Son especies con las que antes no estábamos en contacto las que ahora
pueden transmitir nuevas enfermedades.
Y es que pasar
de tener una foresta tropical a un cultivo, con abonos y fitotóxicos ajenos a
ese ecosistema, lo altera permitiendo que algunos animales sirvan de vectores
para transmitir virus.
Además de
efectos colaterales como la resistencia a antibióticos debida a que la
ganadería industrial es la principal consumidora de antibióticos en el mundo.
España es el país de Europa donde más se utilizan. Según la OMS, la
resistencia a antibióticos podría provocar más muertes que el cáncer en 2050.
Otro problema sanitario a abordar.
Un dato muy
llamativo y preocupante del que se ha hablado poco: la biomasa en Carbono de la
humanidad y de los mamíferos que nos acompañan (domésticos y ganado, como vaca
y cerdo) supone el 96% de la la biomasa total en forma de carbono de estos
animales en la biosfera (Bar-On YM et al., 2018). Mientras que los
silvestres suponen un escueto 4%.
De hecho,
entre el 75% y el 80% de la superficie agraria mundial se destina a producir
alimentos para animales. Otro tanto ocurre con las aves de corral, que
triplican en biomasa a las silvestres.
Y pensemos
que toda la vida en el planeta descansa sobre los productores primarios, es
decir las plantas, siendo la biomasa actual de la vegetación natural, tan solo,
la mitad de la vegetación potencial que deberíamos tener.
En resumidas
cuentas, producimos múltiples extinciones al ocupar/transformar el territorio
como lo hacemos. La tala de árboles mata directamente algunas especies, pero, sobre
todo, perturba a muchas mas por la incursión destructiva en su espacio vital.
Estamos
siendo responsables de la sexta mayor extinción de especies de la que se tiene
evidencia científica. Están desapareciendo cada año 100 especies por cada
millón de especies existentes.
Es decir,
conservar y recuperar los ecosistemas naturales es una prioridad, tanto por
razones socio-ambientales como porque pueden actuar como cortafuegos de
epidemias y pandemias. Los propios ecosistemas nos brindan el servicio de
limitar y regular la posibilidad de que animales infectados transmitan
enfermedades.
-Necesitamos Tratados Internacionales que protejan la Biodiversidad. Adoptar
medidas en que participen comunidades locales y, especialmente, comunidades
indígenas que han cuidado estos espacios de forma sostenible.
- Reducir el consumo de carne y
lácteos, porque hay que frenar la deforestación y esas son medidas
imprescindibles contra la crisis climática y de biodiversidad.
-Poner en marcha programas de
recuperación de especies, yendo a las causas de su declive y atajar aquellas
actividades que impactan negativamente en la biodiversidad.
-Frenar la especulación
urbanística y la sobredimensión de infraestructuras. Porque consume muchos
suelos necesarios y además fragmenta el territorio con consecuencias
indeseables en ecosistemas y especies.
-Cambiar los sistemas de
producción agroalimentaria, abandonando la agricultura y ganadería intensivas
en pro de sistemas agroecológicos y sostenibles, que no comprometan el
funcionamiento de los ecosistemas naturales.
En España
tenemos que abordar la crisis de determinados territorios rurales (España
vaciada) fortaleciendo a la población rural como agente clave que conoce su
entorno y sabe conservarlo.
El equipo de
Rockström, (Instituto de Resilencia de Estocolmo) estableció 9 límites, sobre
los que se estimaron unos umbrales, por encima de los cuales los cambios que se
produzcan nos pueden poner en aprietos. Estos son:
El [CO2] en la atmósfera, las nuevas sustancias químicas (Xenobióticos), la concentración de [O3] estratosférico, la carga de aerosoles y contaminación química, la acidificación de los océanos, los ciclos biogeoquímicos del N y del P, la disponibilidad de agua dulce, los usos del suelo (Proporción de tierras cultivadas), y la pérdida de diversidad biológica.
Todos estos límites
son interdependientes por lo que sobrepasar uno de ellos puede llevar a
rebasar otros. Así que hay que establecer un marco de seguridad para NO
traspasarlos.
En situación
de emergencia tenemos:
La diversidad biológica y los ciclos
biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo, lo que está relacionado con los usos
del suelo.
Ello está
relacionado con la agricultura y ganadería intensivas. Más de un tercio de la
superficie de la tierra y más de un 70% del agua que se extrae se dedican a
este fin.
El año
2019 y este pasado año han saltado algunas alarmas en relación a la situación de estos
límites planetarios. Si observamos la situación a nivel global, se están desencadenando
cambios en comportamientos funcionales
de la biosfera que puede que no sean reversibles. Las consecuencias
pueden ser peores que las de una pandemia vírica. Estos cambios son:
A) Sequias
en la Amazonía
B) Reducción
del hielo ártico
C)
Ralentización de la circulación oceánica en el Atlántico
D) Fuegos y
problemas fitosanitarios en bosques boreales
E) Muerte de
arrecifes de coral
G) Pérdida
de la capa de hielo de Groenlandia
H)
Descongelación del permafrost: la fusión del permafrost en latitudes
altas libera enormes cantidades de CH4, gas de efecto invernadero 20 veces mas
potente que el CO2
J) Pérdida
de banquisa y Retroceso del Hielo antártico.
Estamos
viendo el deterioro progresivo y, a veces brusco, de recursos vitales como la diversidad,
el aire, el agua o el suelo. Y por justicia
intergeneracional deberíamos trabajar para que dentro de 50 años nuestras hijas
y nietas tengan, como mínimo, un acceso a los recursos similar al que nosotros
disfrutamos.
Kate Raworth
en su trabajo: Un espacio seguro y justo para la humanidad, se
preguntaba si todas podríamos vivir dentro de un hipotético donut, entre el techo planetario que marca
las condiciones de habitabilidad de nuestro entorno y un suelo social, que es
el que permite una vida mínimamente digna.
La rosquilla
que propone Raworth, no es una guía de políticas concretas, sino más bien una
manera de analizar la situación para orientar las decisiones. Su modelo
se basa en una imagen muy sencilla: la humanidad debe vivir dentro de un donut.
En el interior de la rosquilla se encuentran las necesidades básicas para el
bienestar: Alimentación sana, accesos al agua potable, vivienda, energía,
sanidad, educación, igualdad de género y libertad política, entre otros.
El límite
exterior de la rosquilla representa el techo ecológico. En medio,
está lo que nos comemos es decir lo que necesitamos para disfrutar vidas dignas
y saludables sin poner en peligro nuestra casa común que es la biosfera.
Para
lograrlo, tenemos que construir entre todas, el bien común; establecer
medidas, marcos normativos, políticas, que hagan más probable traer a las
personas al interior de ese espacio seguro y justo que decía Raworth. El
momento histórico que nos ha tocado es de verdadera emergencia. Y a todas nos
toca, aunque en distinta medida, la responsabilidad de abordarlo y resolverlo.
Por tanto,
hay que tomar decisiones y actuar, tanto a nivel de gobernanza global como
local.
En
algunas ciudades ya se han puesto manos a la obra, planificando su propia
rosquilla de bienestar. Es el caso de Amsterdam, que anunció en 2020, en plena pandemia, que
iba a adoptar el 'modelo donut' de Kate Raworth. Planean una reducción drástica
en el uso de recursos y materiales. Y quieren salir de la recesión asegurando
que reducirán un 50% el consumo de nuevos materiales en la próxima década.
Depende de
nosotros en última instancia, tanto colectiva como individualmente, que se
generen los cambios necesarios para minimizar los riesgos a que nos
enfrentamos.
Artículo publicado
el 10 de abril 2021 en Ecologismo de Emergencia.
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