EL AGUA, ESE CAPITAL IRREEMPLAZABLE
El agua es
un patrimonio natural y un recurso estratégico del que dependen las actividades
productivas, la calidad de vida de todos y la supervivencia de ecosistemas de
gran valor ecológico.
La procedencia
del agua que gastamos tiene 3 orígenes distintos: superficial, subterráneo o de
reutilización. Los porcentajes de uso deberían ser mayores en aguas reutilizadas,
invirtiendo en la mejora de depuración y saneamiento de las masas de agua para ser
reaprovechadas, lo que conllevaría el consiguiente ahorro de las masas
subterráneas y superficiales.
El futuro
del recurso debe pasar por una gestión sostenible e integral, como así se
establece en la Directiva Marco de Aguas (DMA), considerando un mayor control
en la demanda o limitando la oferta que hasta ahora se ha gestionado como si
fuese infinita.
En los
últimos tiempos se ha hecho evidente la merma de recursos hídricos disponibles
en España por los efectos del cambio climático, y una creciente actividad
extractiva que no respeta en muchas ocasiones la capacidad de carga de los
acuíferos, ni la disponibilidad de agua de las distintas cuencas hidrográficas,
lo que ha suscitado grandes controversias entre comunidades y comarcas
cedentes y receptoras. El estrés
hídrico que padecemos es de los mayores de la Unión Europea y pone
en evidencia los desequilibrios entre disponibilidades reales y consumos de
agua. Esta situación se aborda con trasvases que deberían ser medidas
excepcionales para suplir necesidades urgentes y puntuales, nunca la norma. La
norma debe establecer políticas de gestión de las demandas eficaces para mejorar
la gobernanza en las cuencas y no tener que recurrir a medidas de trasvases. Y
es que no se puede hacer política de aguas únicamente en función del uso
económico. Esto provoca agresiones a los ecosistemas fluviales, tanto a los
cedentes como a los receptores. Desde el punto de vista social su simple
planteamiento desencadena enfrentamientos entre unas comarcas y otras, de forma
que lejos de la pretendida vertebración en torno a lazos de dependencia y
solidaridad hidrológicos son motivo de enfrentamiento.
La mala gestión
que se arrastra de un recurso tan básico como el agua, acarrea no solo conflictos sociales o ambientales, sino
también jurídicos y políticos que van en aumento. Hay que abordar la
problemática del uso y gestión con la responsabilidad que se merece,
recuperando e intentando conservar el buen estado ecológico de los ecosistemas
acuáticos y de ribera, que son los
que mejor se encargan de absorber y amortiguar los problemas de eutrofización o
aumento de los niveles de salinidad de nuestras aguas, los impactos del cambio
climático y que mejoran la calidad de las masas de agua tanto superficiales
como subterráneas si se aborda con seriedad y sin trampas su restauración.
Porque el ecosistema fluvial depende del régimen de caudales y de la calidad de
sus aguas y su buen funcionamiento repercutirá en la disponibilidad que
tengamos de agua.
La
combinación de la reducción de las precipitaciones y, muy especialmente, las
subidas de las temperaturas han generado una reducción media del volumen de
agua que va a parar a los cauces de más del 20% en tan sólo 25 años. Si además
consideramos que la actividad agrícola supone mas del 80% del agua consumida en
España (y aumentando), para poder recuperar un cierto equilibrio hídrico sería
necesario aceptar el hecho de que este recurso es limitante en nuestro país lo
que requiere que definamos la superficie regada que podemos tener y mantener,
sin poner en riesgo la propia actividad en el futuro y sin afectar negativamente
otros usos, como ya está ocurriendo. Por
tanto, es imprescindible incrementar la eficiencia en el uso del agua en
agricultura, limitando pérdidas y fomentando manejos que sean conservativos.
Pero también hay que decir NO a
nuevos incrementos de superficies. Algunos expertos consideran que ya hemos
superado en algo mas del 20% la extracción asumible.
La concesión
de derechos de explotación de aguas subterráneas, bien para regadío, bien para
la instalación de plantas embotelladoras, u otros usos como los relacionados
con la presión urbanística o las actividades turísticas, al socavar en no pocas
ocasiones el suministro mas básico a las poblaciones, debe ser escrupulosamente
supervisado y controlado. Será fundamental acometer medidas de ahorro, búsqueda
de soluciones menos consumidoras de agua y el cierre del ciclo del agua de
forma eficiente, depurando y recirculando.
Para que sea
posible un Acuerdo sobre la gestión del
Agua en España hay que conjugar intereses
de todos los implicados, y en el caso del agua lo somos todos, porque es un
recurso básico para la vida. Desde sectores como las comunidades de regantes,
la industria o los entes que en los municipios gestionan el suministro, hasta
las confederaciones hidrológicas, centros de investigación o todas nosotras
como ciudadanas y usuarias. Hay que garantizar un suministro de agua siendo
escrupulosos para que su conservación también esté garantizada. Si se sigue
gestionando como hasta ahora eso será difícil de conseguir a pesar de que
sabemos que el agua es un bien escaso en nuestras latitudes. Y cada vez mas por
dos motivos principales:
1) el consumo no deja de aumentar porque los sectores que
tiran de nuestra economía, -agricultura y turismo-, son terriblemente
sedientos.
2) los efectos del cambio climático incluyen una disminución
del agua disponible por disminución de las precipitaciones y evapotranspiración
mayor por causa del aumento de temperaturas.
Así que es insostenible mantener la explotación
actual, no adaptada a la reducción del régimen natural en las últimas décadas y
sin medidas en los Planes Hidrológicos que aporten soluciones mas allá de
trasvases urgentes cuando toca. Se condena a los ríos a una
situación de degradación permanente por falta o inexistencia de caudales
ecológicos.
Un aspecto
esencial que hay que abordar con sensatez es el relativo a los cultivos, su
extensión e intensificación. Estos se tienen necesariamente que adaptar a los
escenarios previsibles futuros, cuando haya que adoptar cultivos menos
consumidores de agua y disminuir su extensión. Todo ello además de alcanzar un
buen estado en las masas de agua que han estado sometidas a desmedidas tasas de
contaminación por nitratos y otros compuestos.
Por todo
esto, la política hidrológica debería plantear como eje, la gestión ecológica
de la demanda y no el aumento de la oferta; una política planificada desde las
disponibilidades hídricas y los condicionantes ambientales, que contemplen
objetivos como la supresión de regadíos subvencionados para cultivos
insostenibles; prevalencia de la conservación de ecosistemas acuáticos;
eficiencia en la utilización del recurso; garantizar la calidad del agua y
proteger adecuadamente el dominio público hidráulico; liberar las llanuras de
inundación del urbanismo ilegal; eliminar la sobreexplotación de las aguas
subterráneas; proteger las zonas húmedas; completar la depuración de aguas
residuales; establecer la recuperación de costes para todos los usuarios; etc.,
solo así se garantizará una gestión eficaz y eficiente.
Aunque ya
sabemos todas lo difícil que será lograr todo esto y lograr ese Acuerdo de Gestión del AGUA que es
inaplazable en nuestro país.
Publicado en
Ecologismo de Emergencia el 8/07/2020
https://blogs.publico.es/ecologismo-de-emergencia/2020/07/08/el-agua-ese-capital-irreemplazable/
Sobre la PAC
y sus objetivos en la próxima
https://www.eca.europa.eu/en/Pages/NewsItem.aspx?nid=15700
Comentarios
Publicar un comentario