¿Qué hacemos con la vida en el día que celebramos el Medioambiente?
Cada 5 de junio, dedicamos el día a recordar y promover la conciencia y la acción ambiental a nivel global. El Medio valioso en que nos desarrollamos y que debemos cuidar, soporta alteraciones cuyos principales causantes y a la vez sufrientes somos nosotros. Está dedicado este año a la Biodiversidad, con tasas de extinción abrumadoras, al contar un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción en todo el mundo. Es la fecha más importante en el calendario oficial de Naciones Unidas para fomentar la conciencia y la acción global por el medio ambiente.
Es buen momento por ello, para recordar textos como “Primavera silenciosa”, que contribuyó allá por 1962, a un
nuevo conocimiento del lugar que ocupa la especie humana en el mundo y a
promover políticas y conductas para preservar el ambiente. Fue Rachel Carson la
que ayudó, con su libro y su testimonio, a la creación, años después de su
muerte, de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), a
controlar el uso del DDT y de otros pesticidas, a las leyes que se dictaron en
muchos países sobre pesticidas, insecticidas, fungicidas, rodenticidas…
productos biocidas (que literalmente matan la vida) con lo que afectan y mucho,
a la biodiversidad y al equilibrio de especies en los ecosistemas, al eliminar
los que “estorban” a nuestras pretensiones. Carson en fin, contribuyó al
desarrollo de una conciencia ecológica que antes de ella era testimonial. Nos
hizo ser conscientes de la relación indisociable entre los humanos y las
redes de la vida.
Desde el
punto de vista conceptual biológico, Rachel Carson popularizó la idea de que
nuestra especie no es dueña de la naturaleza, sino parte de ella como cualquier
otro ser vivo. Éramos, y somos, parte de esa naturaleza.
El
funcionamiento del sistema Tierra, a nivel global, es el de un sistema complejo
que, a su vez, está formado por subsistemas, también complejos. En los sistemas
complejos, los estados de equilibrio son transitorios o, como lo define Iliya
Prigogine, son un periodo de reposo
entrópico. Esto supone que la evolución de estos sistemas, una vez superado
determinado rango de interferencia, no es lineal y saltan a un nuevo estado
transitorio de un modo discontinuo y no predecible o difícilmente predecible. ¡Ahí
estamos! a las puertas de un salto a un estado imprevisible. La causa: una
desbocada huella del sistema económico que prescinde de estas consideraciones
esenciales a los sistemas vivos.
La
innovación metabólica mas importante en la historia del planeta fue la
evolución de la fotosíntesis.
Gracias a la fotosíntesis la vida se liberó de la escasez energética. Y esa
energía fotosintética que las plantas extraen, es la misma que nuestra especie
invierte en hacer estragos en el hábitat. Para bien o para mal, la naturaleza
recibe su energía del fuego solar a través de las plantas y nosotros la
aprovechamos no siempre para bien. Desde que aparecimos, las plantas nos han
alimentado, vestido y abrigado. Y nos acompañan en nuestro viaje vital. Son
indispensables en cualquier medioambiente que albergue seres humanos. Sus
descendientes continuarán acompañando a nuestros descendientes. Así, por
ejemplo, las tradescantias reciclan contaminantes traza en entornos cerrados,
Nymphaea, un loto, purifica el agua potable, aprovechamos su sombra,
“purifican” el aire que respiramos…sus servicios al bienestar de nuestra
especie son numerosos. Necesitamos la materia y la energía del Sol convertida
en el fuego verde de los seres fotosintetizadores, las plantas. Como fósiles,
estos seres atraparon el oro original del Sol, atesorando la riqueza que ahora
liberamos para mantener una economía disruptiva que sobrecalienta el sistema
planetario global, disipando calor en una suerte de hiperactividad compulsiva. El
fuego verde fosilizado que atesoran las entrañas del planeta en las
profundidades, almacenado como reservas geológicas de energía solar en forma de
petróleo, gas natural, sulfuro de hierro, carbón y otras sustancias, es
extraído para mantener en funcionamiento esa economía acelerada… y con una acumulación
de calor junto a las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que nos
ponen en peligro. Y sabemos que proteger el medioambiente es protegernos.
En la
actualidad, somos la especie mas derrochadora del planeta. Mientras Homo
sapiens dilapida parte del patrimonio de la Tierra, vamos comprobando los
costes que nos supondrán. Pero seamos conscientes: el planeta no necesita ser
salvado. Somos nosotros los que ponemos en peligro el futuro de nuestra
especie, no el de la biosfera.
Una verdad
termodinámica es que la vida se organiza disipando calor y degradando el
entorno. No hay vida sin deshechos, exudados, polución. En la prodigalidad de
su expansión, la vida inevitablemente se pone en peligro a sí misma con
desarreglos potencialmente fatales. Pero a veces los desechos pueden
reconvertirse en algo útil. Así nos lo han mostrado formas de vida anteriores
que supieron adaptarse a condiciones ambientales cambiantes y provocadas por su
propia proliferación. Aprendamos, cuidémonos cuidando el medio en el que
vivimos y del que obtenemos lo que necesitamos.
La humanidad
gasta anualmente la energía equivalente a entre 18-19 billones de Kg de Carbono,
quizá mas. Es energía empleada en extraer cantidades colosales de materiales;
producir muchos millones de Kg de cereales de tierras cultivables y extraer
también muchos millones de pescado de mares y océanos. Y con el descontrol de
producir cada vez mas, incluso por encima de lo necesario, estamos generando
desarreglos potencialmente fatales para nuestra supervivencia.
A medida que
los combustibles fósiles y la energía solar se han integrado en la industria y
la agricultura global, el consumo de recursos no renovables se ha acelerado y
hemos generado nuevos residuos biosféricos: insecticidas, cloruro de polivinilo
(PVC) rayón, pinturas plásticas…
Los
subproductos gaseosos de la combustión de fuentes de energía largo tiempo
enterradas alteran irreversiblemente el sistema complejo de la fisiología
planetaria, acumulando CO2 y otros gases en la atmósfera. Al dejar
pasar la luz visible, pero no el calor reflejado, este gas incrementa la temperatura
planetaria, provocando la fusión del hielo polar que traerá la consecuente
inundación de ciudades costeras y otros desastres. Mientras tanto se producen
múltiples extinciones como consecuencia de la tala de árboles, que matan
directamente algunas especies, pero que perturba a muchas mas por la incursión
destructiva en su espacio vital.
Nuestra
inmensa población explota una proporción significativa de la energía solar que
llega a la superficie terrestre. La energía de la fotosíntesis pasada (reservas
geológicas) y presente hace que los humanos desarrollemos artificiosos ecosistemas
urbanos que precisan cantidades crecientes de energía para aumentar o mantener
una gran complejidad artificial. Y ya los habita cerca del 70% de la población
humana. A medida que el sistema se expande utilizando tecnología, sus
operaciones se hacen mas sofisticadas. Pero el potencial para el desastre también
se incrementa. Una humanidad populosa, demasiado abundante, que es la causante
de que la Tierra sea menos diversa. Nos sentimos angustiados ante la amenaza de
extinción de tantos convecinos planetarios, aún antes de que la ciencia los
describa. Y seguimos viendo como los plásticos se propagan por doquier, las
selvas tropicales desaparecen, los arrecifes de coral se hunden. El tiempo de
reparar apremia.
Hay un
permanente tira y afloja entre los organismos y el entorno. Las nubes, los
gases atmosféricos, el PH y la salinidad del océano, y otros sistemas
planetarios expresan el “diálogo” entre los organismos y la Tierra. Y en esa
conversación, es ahora nuestra especie la que anda queriendo imponer una lógica
incompatible con el resto de la vida.
Hoy 5 de
junio es el día para pensarlo bien y trazar las alternativas que nos lleven a
la paz con el resto del mundo vivo.
Artículo
publicado en Ecologismo de Emergencia el 5 de junio 2.020
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