“SOBERANÍAS, ENCAJE TERRITORIAL Y PROCESO CONSTITUYENTE”
Tenemos,
en muchos sentidos, necesidad de abrir un “proceso constituyente”. Es decir: reflexionar y esbozar un proyecto
de convivencia de futuro, casi presente, y lo necesitamos imperiosamente. En
ese “necesario” proyecto me gustaría que todas pudiésemos hablar de España y de
Europa, como algo nuestro. Desde lo emocional. Desde el sentimiento. Sólo si sentimos
como nuestro el territorio que pisamos, no por poseerlo, sino porque nos acoge,
tendremos un proyecto que valga la pena y que consideremos nuestro. Ese
proyecto debe estar ligado al territorio, pero no entendido éste como
superficie y divisorias sino como continente del paisaje y de las personas que
lo habitan. Paisaje que, mientras perdura, es testimonio de pasado y esperanza
de futuro, y que debemos cuidar. Por otro lado, las/os ciudadanas/os somos
sujetos titulares de derechos políticos a la vez que, como tales sujetos, estamos
sometidos a las leyes autonómicas, estatales y de instituciones supraestatales
como la Unión Europea, además de otros marcos normativos globales como los
tratados de libre comercio, limitadores de soberanía, sin duda. Porque la
soberanía tiene distintas escalas.
Prefiero
usar el término soberanía ciudadana
en lugar de soberanía popular para evitar las connotaciones que tiene el
concepto pueblo en el contexto que estamos viviendo.
La
Soberanía ciudadana está menos delegada y es asequible cuando los derechos y
los deberes se concretan en un espacio próximo o local. Es más fácil ejercer
nuestra soberanía y sentir como nuestro lo que conocemos en primera persona, lo
que nos afecta y lo que afecta a nuestros prójimos y vecinas. Por eso, el municipalismo es una herramienta
esencial y ese Contrato
Constituyente del que hablo, debe incluirlo y protegerlo. Es imperativo
potenciar y hacer efectiva la soberanía a nivel municipal, asegurando la
representación y la participación de los vecinos (munícipes) para evitar lo
que se padece en la mayoría de ciudades grandes o pequeñas, donde se limita la
aplicación de políticas sociales reclamadas, no teniendo en cuenta la opinión
vecinal. Así que la Constitución que
propongamos debe potenciar las herramientas de participación y
corresponsabilidad vecinales.
El debate
general sobre el encaje territorial
actual, se completa considerando la
Soberanía. Una parte significativa de los ciudadanos catalanes reclama
independencia, porque quieren ser
soberanos y no depender de autoridades superiores, especialmente del Estado
Español, aunque curiosamente, si manifiestan aceptación del marco normativo
europeo que, objetivamente, en la actualidad, controla muchos aspectos,
especialmente de índole económica,
que les limita su plena Soberanía. Todos los Estados de la UE, en mayor o menor
grado y a pesar de que la soberanía que prima todavía es la soberanía nacional,
han cedido una parte de ella a esta Institución que, lamentablemente, todavía
carece de un parlamento que haya alcanzado la mayoría de edad. Recordad que
como europeos no tenemos aún una constitución.
No somos
ni parcialmente soberanos, a pesar
de contar con instituciones de gobierno autonómicas y una administración
descentralizada. Desde un punto de vista económico nos ha tocado jugar el papel
en que, el dinero que generamos es el resultado de vender y estropear los
recursos de los que disponemos, hipotecando nuestro futuro y el de nuestras/os
hijas/os. En este sentido está justificado decir que somos una tierra sin
soberanía y que en el contexto socioeconómico global nuestra situación territorial
es la de colonia del siglo XXI (colonizadas por el poder financiero, así, en
abstracto). Y asumo que los ciudadanos, somos poco conscientes de ello. No se
trata de un “España nos roba”, ni de
pelearnos por balanzas fiscales desiguales, tampoco de si somos una nación o
no, se trata de que el Contrato
Constituyente que hagamos, defina los mecanismos y formas de gobierno
territoriales que permitan y aseguren a la ciudadanía unos mínimos para disfrutar
de vida digna en libertad y ejerciendo la solidaridad. Asegurar el disfrute
efectivo de derechos como la educación, la sanidad, el techo, acceso a la
energía, al agua y a alimentación sana, el cuidado de los mayores y los
refugiados entre otros. Esto significa concretar en el marco constituyente
otras soberanías más específicas, como
la alimentaria o la energética. Algunos de estos derechos se pueden concretar
desde el ámbito municipal, pero otros encuentran mejor encaje en estructuras de
gestión de nivel autonómico, federal o confederal, según sea la forma que
resulte del proceso constituyente. Más importante que la forma final que se
proponga de encaje territorial, es asegurar los derechos y el bienestar de las
personas allí donde vivan, es decir facilitar que sean soberanas.
De
nuestro propio pasado reciente y el de estados como Portugal y, especialmente,
Grecia ha quedado claro que, en una
Europa sin constitución y con un parlamento limitado, la soberanía ha
estado en manos del poder económico y que los Estados se han plegado a él,
supeditando los derechos de la ciudadanía a dar "prioridad absoluta"
al pago de la deuda, algo que lamentablemente se incluyó en la constitución
vigente, sin preguntar a los depositarios directos de la soberanía que somos
los ciudadanos.
Así que
en los binomios Soberanía Ciudadana/Soberanía Económica y Soberanía
Nacional/Soberanía Económica la balanza está, sin duda, del lado de la
Soberanía Económica que ejerce con mano de hierro el poder económico de las
élites mundiales y no los ciudadanos. La
globalización ha potenciado aún más este hecho y los tratados internacionales
de comercio lo están normalizando. Hay un Gobierno Global Soberano sin rostro,
nada representativo, que ostenta cada vez más poder y resta soberanía. El hecho de que la riqueza a nivel mundial se
acumule cada vez en menos manos es la manifestación clara de este hecho.
Y lo que estamos viviendo es que tanto la UE,
como el Reino de España, están más a favor de que todo siga igual que de
plantar cara a esta situación profundamente injusta. Hay pues que levantar un
muro de contención que frene y dé respuesta a esta globalización económica
injusta. Globalización que permite intercambios financieros y comerciales sin
límites de fronteras, pero que impide los movimientos de las personas y deja
que se mueran los pobres y los que huyen de situaciones dramáticas, conflictos
bélicos, gobiernos injustos o escasez de recursos básicos.
Hay que
romper el paradigma de que el crecimiento económico permanente sea condición
necesaria e incuestionable para el gobierno y la economía. No se puede crecer
ilimitadamente en un planeta finito del que ya hemos extraído y consumido
bienes, que nunca más volverán a estar disponibles. No podemos seguir
extrayendo soberanamente recursos finitos para impulsar la economía
asumiendo que es la única manera de generar empleo. La Economía debe estar
supeditada a los derechos de los ciudadanos que viven hoy, a los que están por
llegar y a los límites planetarios.
No
estaría de más que nuestra nueva constitución (la que propongo que se debata) y
los tratados europeos que vengan, incluyeran algunos aspectos que facilitaran
una transición ordenada hacia un modelo de economía
estacionaria donde impere sobre todo el bien común.
En
conclusión, hay que recuperar la soberanía económica para los ciudadanos.
Supeditando la economía a dar respuesta a la crisis social y ambiental que
enfrentamos. ¿Cómo? Incluyendo en el nuevo marco constituyente, que no se
antepongan los intereses comerciales y financieros a los derechos de las
personas. Un Anti 135, dicho sin
rodeos. Para conseguir objetivos de este tipo se requiere que el marco
constituyente también se dé a nivel europeo, no solo estatal. Al menos, un
nuevo tratado que complete el poder del parlamento, y con un núcleo de países
que realmente crean en esa Europa con identidad ciudadana y no sólo de los
mercados.
Resumiendo,
planteo un marco constituyente que potencie la soberanía a distintos niveles,
desde lo más local hasta lo europeo, acercándola lo más posible a las personas.
Un marco enfocado al aseguramiento de los derechos de todos los ciudadanos/as y
la preservación de los recursos naturales de los que dependemos, por encima de
los intereses comerciales y financieros. Es decir, blindar los derechos y
potenciar las Soberanías Alimentaria y Energética.
Prefiero
que sea una constitución de los ciudadanos españoles a una constitución del
pueblo español y evitar, en alguna medida, el componente identitario, que
supone para algunos el uso de la palabra pueblo y el choque de soberanías que
puede suponer. Sería más un marco de gestión, que un marco identitario con
componente territorial, que también existe y al que hay que dar respuesta.
Este
componente identitario-territorial y los derechos que implica deben ser
reconocidos y explicitados, incluyendo un desarrollo que permita la expresión
en libertad de los intereses identitarios por parte de la ciudadanía que viva
en cada territorio, pero no debe ser el principal objetivo del nuevo marco
constituyente. Aunque sea un problema muy importante a resolver.
Lo
relevante será generar un proceso constituyente que permita construir una
realidad que trascienda el actual marco socio-económico neoliberal, depredador
de recursos que es insostenible ambientalmente y está en la base de la
injusticia e inequidad que padecemos y que no para de crecer. Este marco
también debiera definir la Europa que deseamos, una Europa por y para las/os
ciudadanas/os.
La
presente crisis europea con el Brexit, las demandas independentistas de
Escocia, Cataluña y norte de Italia, así como las tensiones que generan los
países del Este de la UE debe ser la oportunidad para poder decidir si queremos
seguir construyendo una Europa de las personas, o vamos a dejar que sea la
Europa de los bancos y de los mercados.
Publicado
en Contrainformación el 20 de noviembre 2019
https://contrainformacion.es/soberanias-encaje-territorial-y-proceso-constituyente/
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