RENTA BÁSICA, REDISTRIBUCIÓN DE RIQUEZA Y CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO COMÚN
Durante lo
peor de la crisis de deuda en Grecia, allá por 2012, los niveles de pobreza
alcanzados en el país heleno nos mostraron con claridad a qué conduce una
crisis económica que degrada las condiciones sociales. La deforestación en
Grecia fue el primer efecto ambiental constatado, y es que, ante la
imposibilidad de pagar el gasoil, centenares de familias calentaban sus casas
con madera extraída de los bosques que rodean Atenas provocando una muy
preocupante deforestación. Es decir, no se puede, en ningún caso desligar, la
situación económica, de la social y de la ambiental. Sucedió en Grecia con la
crisis de deuda, ha seguido produciéndose en otros lugares, y a nivel global
también corren paralelas las degradaciones en los tres ámbitos.
La
degradación ambiental y social provocada por un modelo económico que ya no se
sostiene, tiene un impacto severo, que se extenderá en el tiempo, aunque tomemos
decisiones hoy para frenarlo. Tenemos a disposición abundantes informes y
análisis. Existen diagnósticos disponibles. Pero faltan
propuestas de tránsito que nos ayuden a limitar el caos y evitar el
colapso que nos amenaza en los tres niveles mencionados. Ambientalmente, necesitamos
medidas de mitigación y adaptación a los escenarios que ya sufrimos de cambio
climático, hay que frenar la galopante pérdida de diversidad de especies y
funcional y, puede que más urgente, evitar los desequilibrios de los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo. Medidas
que le den la vuelta a una economía especulativa, cada vez más financiarizada,
que socializa pérdidas y acumula dinero y poder en menos personas. Medidas para
revertir los niveles de desigualdad crecientes en
nuestras sociedades, todavía ricas del norte, y frenar con urgencia y revertir
la insoportable desigualdad con los países más explotados del sur empobrecido.
No podemos
negar que la llegada masiva de refugiados nos incumbe. Personas que huyen de
situaciones y lugares en los que ya no pueden vivir. No estamos tan lejos de
encontrarnos en breve, en situación similar. Eso nos hace conscientes de cuán
frágiles son nuestras vidas y de la creciente precariedad que se acerca.
Ante este
estado de cosas, no podemos optar por una salida individual. La condición
humana no se corresponde con la supervivencia o escapatoria individual. Es un
deporte de equipo. Cualquiera que sea el futuro que afrontemos, nos afectará a
todas. Por tanto, tras el preocupante diagnóstico, hay que abordar con cierta
urgencia un plan global que contenga medidas simultáneas en los tres ámbitos:
económico, social y ambiental. Medidas transitorias para actuar sobre la
economía y limitar la creciente precariarización social, en especial de los más
jóvenes. Y una medida imprescindible tiene que
ver con repensar el reparto del trabajo remunerado,
la jornada laboral, la redistribución de la riqueza, y la renta básica.
Hay que
darle una buena vuelta a la cuestión del empleo y su relación con el tiempo de
vida del que disponemos. La estabilidad, la protección ante el despido o la negociación
colectiva han sido pilares del derecho al trabajo y de la democracia. Sin
embargo, el capital empieza a prescindir del trabajo remunerado humano. El poder económico ha construido formas de
reproducir el capital en las que el trabajo humano es cada vez más
prescindible. El empleo que dependía de la lógica patriarcal y de la extracción
de cantidades ingentes de materias primas de territorios colonizados y de la
generación de cantidades ingentes de residuos, está llegando a su fin.
Una economía sana se diseña para prosperar, no para crecer. La premisa del crecimiento se debe
abandonar, a la vez que asumimos, que nadie
debería ser privado de los recursos necesarios para su sustento. Por ello, una Renta
Básica Universal e Incondicional (RBUI) es una de las soluciones apropiadas,
cuando la tecnología nos amenaza con dejar a la mayoría de la población sin
empleo que cubra sus necesidades. Toca pues plantearnos en qué condiciones
queremos vivir, qué queremos hacer con nuestro patrimonio de tiempo y cuál es
el sentido de nuestra vida. Suena a planteamiento filosófico, pero estamos en
una encrucijada y hay que decidir el rumbo.
La renta básica se opone a la idea imperante
de que el trabajo remunerado es un derecho y cambia esta lógica por el derecho
a vidas dignas. Vidas y economía que no socaven las bases ambientales que las
sostienen y que alivien la ansiedad causada por la máquina neoliberal de
grandes corporaciones con poder cuasi omnímodo que personajes como Trump,
Bolsonaro, Salvini… representan desde la política global, y contra el interés
de sus legítimos representados, los ciudadanos.
Según un informe de Naciones Unidas,
hasta dos tercios de los empleos en los países en desarrollo podrían
desaparecer en un futuro próximo. El desempleo que genera la tecnología hará
desaparecer los modestos logros conseguidos contra la pobreza y el hambre
crecerá. Hay gobiernos que luchan para dar una respuesta, y no tienen muchas
opciones. Una renta básica universal puede ser “LA OPCIÓN”.
En noviembre
de 2018, la red europea de RBUI (UBIE, por sus siglas en inglés) se reunió en
Budapest para analizar la situación actual en Europa, discutir sobre la conveniencia
de una posible Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) sobre la RBUI y el tipo de
renta básica a desarrollar.
La RBU otorga
dignidad al ser humano por el mero hecho de serlo, sin necesidad de tener que
dignificarse a través de un empleo. Es frecuentemente confundida -muchas veces,
intencionadamente- con las rentas mínimas y otros subsidios condicionados que
otorga el estado a los desempleados y personas con muy bajos ingresos. Bien al
contrario, la RBUI es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno
derecho de la sociedad, incluso si no quisiera trabajar de forma renumerada,
independientemente de otras fuentes de rentas o de si es rico o pobre, y sin
importar con quién conviva. No sustituye a otras prestaciones universales e
incondicionales, como la sanidad y la
educación públicas. Es decir, su implantación no debe suponer merma alguna
de los servicios públicos ni de los derechos sociales (educación, sanidad,
dependencia, vivienda, etc.) que son
derechos fundamentales de un Estado Social que se considere como tal.
Hoy es
posible garantizar una RBUI a toda la población, financiándola de varias
posibles maneras:
·
con
una subida de la imposición fiscal, que hiciese que el 20% más rico de la población
pagara en concordancia a su riqueza
·
gravando
actividades que generan beneficios a quien las acomete, pero suponen un alto
coste para la sociedad
·
aumentando
los impuestos indirectos a quienes más consumen
·
exigiendo
impuestos a las transacciones financieras (tasa Tobin) y a las emisiones
contaminantes
· luchando contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales
Estas medidas
no son excluyentes entre sí.
“…Con la RBUI se cuestionan varias
creencias arraigadas en el sistema: la primera es la de que el trabajo (o
empleo) dignifica a los seres humanos; la segunda, que proviene de la Biblia, nos
condena a ganar el pan con el sudor de nuestra frente; la tercera, que afirma
que el sentido de la vida de las personas es el trabajo; la cuarta es la
equiparación de empleo a supervivencia; y la quinta, la de que la riqueza
actual pertenece sólo a sus propietarios “legales”, las grandes compañías
multinacionales y lobbies financieros mundiales.” Así se recoge en textos trabajados
por Humanistas por la Renta Básica Universal.
La
implantación de una RBUI favorecería los trabajos vocacionales, voluntarios, el
cuidado de los niños, de los mayores y discapacitados y dotaría a mujeres
víctimas de violencia de género de independencia económica para alejarse de su
agresor. Es la mejor opción ante la creciente automatización de las labores en
todos los sectores de actividad, ya que, gracias al desarrollo de la tecnología,
se prevé que desaparecerán en 20 años el 50% de los empleos actuales.
Con los
medios de que disponemos, la RBUI mundial es perfectamente posible y se
vislumbra como alternativa plausible para el futuro que viene. Con ella
tendríamos libertad para aceptar o no, según qué empleos, y para negociar las
condiciones de los mismos, o para asociarnos con otras personas en
cooperativas, o explorar modelos de trabajo asociado distintos.
Sírvanos de
ejemplo el “Fuero de los Bosques”, publicado en 1217 en Inglaterra. Este
corto y potente documento garantizaba los derechos de los plebeyos a las
tierras comunales, que podían usar para labrar, pastar, recoger agua y para
recolectar madera o frutos. Otorgó reconocimiento oficial a un derecho humano:
que nadie debería ser privado de los recursos necesarios para el sustento. Y
hoy sabemos, gracias a la premio nobel de economía Elinor Östrom, que se
gestionan mucho mejor los recursos compartidos o bienes comunes cuando la
responsabilidad de su conservación y mantenimiento corre a cargo de los que se
benefician de esa conservación. Retomar el antiguo “Fuero de los Bosques” y el
derecho de acceso a lo común se vislumbra como la mejor alternativa.
Los
críticos de la renta básica, con frecuencia ponen pegas sobre cómo financiarla:
además de como cito mas arriba, ligándola a lo común. Así, en el estado
americano de Alaska, los recursos naturales son considerados propiedad común,
por tanto, cada residente recibe un dividendo anual proveniente de los ingresos
del estado por petróleo. Y no se trata con ello de esquilmar el recurso.
El
modelo de Alaska es popular y efectivo y el mismo enfoque se podría aplicar a
otros recursos naturales, como los bosques y las pesquerías. Los rendimientos
serían distribuidos como un dividendo para todos. Este enfoque ayuda a proteger
lo común contra el abuso, permitiendo a nuestro Planeta margen para recuperarse.
El patrimonio
natural no es de uso privativo, es común y no conoce fronteras, ¿por qué no establecer una renta ligada a
lo común? un fondo global que constituya un patrimonio de cada ser humano. El
objetivo es la redistribución de la riqueza y la conservación del patrimonio
común. Porque es fruto del esfuerzo de generaciones que nos han precedido y
herencia que legaremos a las generaciones que nos sigan.
Publicado el
22 de junio de 2.019 en Contrainformación.es
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