UN MODELO CAPITALISTA QUE NOS DESCAPITALIZA DE LO ESENCIAL
No hay
margen de tiempo para seguir debatiendo cómo y para qué. Es imperativo actuar
sin perder más tiempo. Sobran los informes, los datos, las evidencias. Debíamos
haber puesto en marcha un Plan Internacional que fuese ambicioso y vinculante,
tratando de preservar las condiciones de estabilidad mínimas del planeta. Pero
parece que las únicas organizaciones internacionalmente fuertes son las
instituciones y grandes corporaciones de corte neoliberal que hablan de cambios
cosméticos para que finalmente no cambie lo fundamental. Organizaciones como
NNUU no tienen capacidad, ni consiguen acuerdos ambiciosos o vinculantes que
supediten los intereses particulares de los estados al interés global, de manera
que se adopten medidas de sostenibilidad que de verdad sean a la vez radicales
y sensatas. El paradigma del crecimiento
económico continuo, -incuestionado a
pesar de contradecir la lógica más elemental-, nos está arrastrando a
situaciones límite que, de no frenar, causarán un enorme descalabro global a la
civilización humana. Y, en la grave situación actual, ya no caben solo
iniciativas individuales, buenistas, apelando a la responsabilidad de cada
cual.
Ejemplo
dramático que da señales de una gravedad extrema, son las guerras del agua que irán
incrementándose conforme avance la desertificación que estamos propiciando con
nuestra actividad productivista. En España tenemos estas guerras en marcha con
gran beligerancia de las comunidades de regantes, que se vienen apropiando de
enormes cantidades de agua en un reparto muy desigual y que genera
desertificación. Detener la extracción de aguas subterráneas y permitir que los
ecosistemas se recuperen, es reivindicación básica de quienes se ven abocados a
graves situaciones de escasez por este acaparamiento de un recurso básico para
la vida y los ecosistemas.
Así tenemos
el ejemplo de la esquina sureste de la península, la zona más seca del
continente europeo de donde se están extrayendo enormes cantidades de sus acuíferos
y agotando los mismos. Pese a ser un desierto, en los últimos años se han
transformado en regadío varios miles de hectáreas, sobre todo de olivos, aunque
también de almendros y, en menor medida, de invernaderos de hortícolas, que se
suman al exceso que ya hay en otras partes de la provincia. Lo preocupante de
todo esto, es que la solución que apunta el Plan Hidrológico de las Cuencas
Mediterráneas Andaluzas al agotamiento de acuíferos, lejos de cuestionar el
modelo de agricultura superintensiva, propone traer más agua de otros lugares o
de desaladoras, todo un despropósito que no cuestiona la lógica del modelo.
La
sobreexplotación de los acuíferos forma parte de un modelo agrícola que está
haciendo mella en la viabilidad a largo plazo de la agricultura, ya que se
rompe el equilibrio en el ciclo que suman las aguas superficiales y
subterráneas, dejando eriales y desiertos de vida donde antes había oasis
llenos de actividad y diversidad biológicas. Se constituyó una Plataforma que
aglutinaba a todas las de la provincia de Almería preocupadas
por esta sobrexplotación, Acuíferos
Vivos, para que, conocida la situación y el riesgo consecuente, se tomaran
medidas que evitaran el grave deterioro que se cierne sobre las comarcas que
están sufriendo la extracción abusiva para riego. Y es que, el agua no tiene
precio: las sociedades que sacrifican las fuentes de agua por dinero pagarán un
precio terrible. Poner miles de hectáreas de olivar en régimen superintensivo en
el desierto de Tabernas es una necedad y supone una incoherencia ecológica que
compromete el futuro socioeconómico, en este caso, del maltratado sureste
peninsular. Y más grave, es que esta situación de insostenibilidad en la
esquina subdesértica la podemos ver replicada a lo largo y ancho de toda la
península.
Los
regadíos, consumen la mayor cantidad de agua (un 86% en algunos casos) de la
suma total de usos de este recurso. El cambio en
los usos del suelo y la intensificación de la actividad agrícola de
exportación, han generado una grave situación de insostenibilidad, lo que es
una amenaza, para el territorio y para la población que lo habita. La Junta de
Andalucía, durante los largos años de gobierno del PSOE no cumplió con su papel
de gestión y planificación, en materia de agua. Pero es que, al acceder al
gobierno regional las fuerzas mal llamadas “conservadoras”
con el apoyo de la ultraderecha, amenazan con empeorar la ya grave situación,
planteando la construcción de más infraestructuras hidráulicas con las que
trasvasar agua de donde supuestamente sobra hacia donde, se supone, hay
déficit hídrico. No cabe mayor desatino. Seguir hablando de cuencas
excedentarias o deficitarias es una gran falacia y una irresponsabilidad.
Si la
situación de Almería es grave, el resto de territorios andaluces, y también el
resto de la península siguen el mismo camino, sin querer asumir que el ciclo
del agua no podemos acelerarlo, y lo estamos alterando al consumir agua a mayor
velocidad de la que se repone y regenera en los ecosistemas. Hay que seguir denunciando
que lo que se exporta con los hortofrutícolas, con el aceite, con los frutos
rojos o frutos subtropicales, y en grandes cantidades, es AGUA. Agua que va
desde la Europa más seca a la más húmeda. Aunque haya que exportar parte de lo
que producimos, se necesita mesura. La administración es consciente del serio
riesgo en que están las masas de agua subterránea
por las abusivas extracciones. Inexplicablemente, ha dado más concesiones y
derechos de extracción, que aguas hay. Esto se agrava por la gran cantidad de
sondeos, captaciones ilegales y pozos reprofundizados que extraen un volumen
mayor del autorizado, y este ya es elevado.
Lamentablemente,
los responsables políticos que gestionan en clave cortoplacista, sabiendo que
serán evaluados cada 4 años, son cobardes en relación a lo que se debería
hacer. Y acaban asumiendo la realización de
grandes obras hidráulicas; presas, embalses, diques, trasvases o
canalizaciones… Actuaciones todas que, no solo no solucionan el problema de
fondo, sino que lo agravan. El Gobierno Andaluz y las Confederaciones
Hidrográficas, hasta ahora, han negado el problema de sobreexplotación. Hay que
replantear los regadíos actuales y adaptar el número de hectáreas a la
capacidad de nuestras cuencas y acuíferos de mantenerlas regadas. Y cuestión
muy importante es la recuperación y
conservación del buen estado
ecológico de los ecosistemas acuáticos y de ribera, que son los que mejor
se encargarán de devolver a la normalidad el ciclo natural del agua. Cuando se
deforesta y eliminan árboles y cobertura vegetal que retiene el agua y mejora
la infiltración, se está empeorando la situación que nos está llevando a la
desertificación.
En
Andalucía, la Junta no ha inspeccionado las macrofincas de olivos hasta que la
situación se ha hecho prácticamente insostenible y ha ocasionado un movimiento
social que exige que el problema se solucione. Movimiento social, agrupado
alrededor de la citada Plataforma Acuíferos
Vivos, que se ha movilizado cuando la situación ha provocado el abandono de
numerosas pedanías y núcleos de población al secarse sus fuentes.
Y esta
situación ha venido provocada, en último término, por los fondos especulativos
(muy gráficamente descritos como fondos buitre) y a través de la economía
financiarizada. Esta economía financiera es el último paso dado por el
capitalismo, puesto que, superados los límites planetarios, ya no se puede
acumular riqueza que esté basada en economía productiva real, sino jugando en
los grandes mercados financieros, generando burbujas, con las nefastas
consecuencias que todas conocemos, pero para las que no parece que tengamos
herramientas capaces de prever y evitar.
En el
ejemplo que vengo exponiendo, se ve claramente la conexión con esta economía
especulativa, ya que son esos agentes o fondos especulativos los que acaparan
miles de hectáreas dedicadas al monocultivo del olivar. La expansión e
industrialización del olivar van de la mano de nuevos sistemas de cultivo, en
los que el olivo se planta a modo de seto, con una densidad muy alta y mecanizando
buena parte de las tareas, lo que desplaza mano de obra. Se trata de una
progresión evidente en la que un cultivo de secano se está transformado en un
cultivo de regadío, con un uso importante de fertilizantes y agroquímicos que
alteran la fertilidad del suelo y disminuyen la biodiversidad, acaparan y
agotan todas las fuentes de agua y tras unos años de explotación intensiva y
recogida de beneficios, abandonan las tierras convertidas en eriales. Es esta
economía especulativa, la que finalmente genera desplazados, y “migrantes
climáticos” porque pone el cultivo super-intensivo y tecnologizado, -del olivar
en este caso-, pero de todos los cultivos industriales en general, al servicio
de los intereses del capital global, contando con grandes plataformas agroexportadoras
de las que extraer beneficios, y finalmente, trasladando los costes hacia el
primer eslabón de la cadena, los pequeños agricultores, jornaleros o habitantes
del rural, poniendo en jaque la sostenibilidad social y ambiental de las zonas
productoras. Este es el ciclo disruptor del modelo intensivo agro industrial. Y
en definitiva del modelo capitalista.
A la
Agricultura tecnificada que sobreexplota los recursos de los que depende,
(AGUA, SUELO, BIODIVERSIDAD) le podemos aplicar la conocida Paradoja de Jevons, que advierte de
que, a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la
que se usa un recurso, es más probable un aumento del consumo de dicho recurso
que una disminución. En este caso ese recurso es el agua, y esta es
imprescindible para la vida, luego su buena gestión es básica. Lo mismo está
pasando con los suelos fértiles, cada vez más escasos, y con la biodiversidad,
con la confirmada extinción masiva de especies y de agrodiversidad vegetal
Conclusión:
Es imprescindible un cambio de paradigma en los modelos de explotación, en el
caso que he querido poner de ejemplo, modelo agro industrial. Pero, en general,
en los modelos económicos que dejan fuera de la ecuación las bases sobre las
que descansan la vida de las personas y los ecosistemas. Y es que la economía
no es una ciencia exacta y no entiende los fundamentos termodinámicos y los
biológicos en los que se asienta el mundo en que vivimos.
Publicado en
Contrainformación el 22 de mayo 2019
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