¿Calentamiento Global? ¿Cambio Climático? ¿Desequilibrio climático? ¿De qué hablamos y qué podemos hacer?
La lucha contra el cambio climático es una emergencia global que no admite excusas. Es alentador comprobar que los jóvenes, -principales sufridores de las consecuencias futuras-, se han puesto en marcha para interpelarnos. Siempre hubo huracanes, grandes borrascas, sequías y otros fenómenos climáticos, pero es un hecho constatable que cada vez son más frecuentes e intensos.
La principal causa de este cambio o desequilibrio son las emisiones de
gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana.
Los datos del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) son
concluyentes respecto a lo que está sucediendo con el clima global: los
fenómenos atmosféricos extremos se correlacionan con la temperatura de la
superficie del mar en los océanos, que han capturado el 90% del calor adicional
producido en los últimos 50 años. Tenemos la obligación de reducir los efectos
potenciales de ese calentamiento. Abordar medidas para la mitigación y para la
adaptación, lo que implica actuar para minimizar los efectos que empezamos a
sufrir. Eso supone la reducción de las concentraciones de gases de efecto
invernadero, preferiblemente mediante la reducción de sus fuentes. Pero no se
están tomando medidas para lograr una reducción significativa. En muchas
regiones del Hemisferio Sur se da por sentado un incremento de temperaturas
excesivo.
En países como España, asumiendo el cumplimiento del Acuerdo de Paris,
supondría, en cualquier caso, un aumento en torno a los 4ºC, con terribles
consecuencias, ya anticipadas científicamente, para el sector agrícola y las
poblaciones costeras, por la subida del nivel del mar.
No hay un Acuerdo Internacional de cómo gestionar la capacidad de carga
de la biosfera, de absorber los residuos de nuestra actividad industrial. Lo de
París fue un acuerdo de mínimos y no va a tener trascendencia en el control de
emisiones.
El cambio de paradigma necesario requiere actuar en distintos frentes:
Movilidad
global, ordenación del territorio, sobre todo en los crecimientos
urbanísticos desproporcionados que generan mayor necesidad de desplazamientos; Gestión
hídrica y cierre del ciclo natural del agua. Recuperación de sistemas de
protección naturales en nuestro litoral, que eviten las consecuencias de tener
buena parte de nuestra costa encementada; mantenimiento de zonas forestales
en condiciones óptimas que eviten o minimicen los incendios forestales que cada
vez afectan con más intensidad y a mayores extensiones.
Desafortunadamente la mayoría de los medios de mitigación parecen
efectivos para prevenir calentamiento adicional, no para revertir el
calentamiento existente. Y eso es preocupante. Medidas como: reducir la demanda
de bienes y servicios que producen altas emisiones, incrementar la eficiencia,
el uso y desarrollo de tecnologías de bajo nivel de CO2 e ir sustituyendo los combustibles fósiles. Incrementar la eficiencia
energética de los vehículos, dando mayor peso en el transporte terrestre al
ferrocarril y al transporte colectivo. Se precisan cambios en los estilos de
vida y en las prácticas de negocios. Así como en el planeamiento urbano, que
también debería servir para reducir la expansión descontrolada de las ciudades
y con ello, reducir los km viajados, minimizando las emisiones del transporte.
La planificación urbana tiene un efecto evidente sobre el consumo de
energía. El uso ineficiente de la tierra, muchas veces tierra fértil escasa,
para los desarrollos urbanísticos, más allá de las necesidades reales, y
basándolo en la especulación, ha aumentado los costes de infraestructura, así
como la cantidad de energía necesaria para el transporte, los servicios comunitarios
y en edificios. Se podrían reducir los consumos energéticos considerablemente a
través del uso más compacto y mezclado de los patrones del suelo.
El parque urbanístico construido a toda velocidad en los años de la
burbuja, no ha cumplido los estándares adecuados desde el punto de vista de
eficiencia energética y aprovechamiento pasivo de energía, y, para colmo, la
especulación ha impedido cubrir las necesidades de vivienda de la población. Se
necesita mejorar la eficiencia energética del parque edificatorio y facilitar
el derecho a disfrutar de viviendas en condiciones dignas.
Una grave derivada tiene que ver con la especulación en el litoral. La
invasión urbanística del espacio costero y llanuras de inundación ante
fenómenos cada vez más fuertes hace también a las poblaciones litorales más
vulnerables a sus efectos.
Otro grave problema es el imparable proceso de desertificación
donde concurren diversos factores que se van sumando para empeorar la
situación: la pésima gestión del ciclo del agua, sobre todo por el elevado peso
de la que se destina a regadíos y asimismo la falta de protección a lugares de
especial relevancia y valor natural, como el emblemático PN de Doñana, con su
especialmente vulnerable y frágil marisma, de extraordinaria importancia como
lugar de paso, cría e invernada para miles de aves. Porque también cumplen las marismas
importantes funciones, como la de amortiguar y minimizar las corrientes marinas
cuando hay mucho viento o tormentas, y esa es una función fundamental en
relación a la protección del litoral frente al cambio climático, que no siempre
se considera, cuando se le da vía libre a procesos de encementado del litoral.
A lo anterior hay que agregar la acelerada subida del nivel del mar,
que además es cada vez más rápida: desde los 1,2 mm año del periodo 1901 a 1990
a los 3,4 mm anuales de los últimos años, que además en el litoral malagueño
llega a ser de 9 mm/año. Este incremento del nivel del mar se suma al producido
por el oleaje amplificando la zona inundada por el mar.
La conclusión es clara: es urgente tomar medidas contra el cambio
climático, de mitigación y de adaptación.
En 2017, la que fue secretaria general del Convenio Mundial contra el
Cambio Climático, Christiana Figueres, publicaba en la revista 'Nature' un
manifiesto en el que advertía que nos quedaban tres años para cambiar la actual
tendencia en materia de cambio climático y comenzar a reducir las emisiones. O
sea, para 2020 debían estar en marcha medidas ambiciosas. Planteaba el
desarrollo de una hoja de ruta de 6 puntos en sectores concretos que nos
permitieran alcanzar ese objetivo.
El sector de la producción de energía es clave: el ambicioso
objetivo era alcanzar con energías renovables para el año 2020 un 35% de la
producción energética global. En materia de transporte vehículo eléctrico
eficiente, pero mejor aún, ferrocarril movido por electricidad procedente de
renovables. Detener totalmente la destrucción de las selvas y bosques
tropicales, hoy tan amenazados. Y aquí tenemos pendiente buscar soluciones a
los graves problemas de nuestras masas forestales, como la seca del alcornocal
y mal estado de encinares y pinares, o frenar la expansión de eucaliptales que
promueven empresas como ENCE para pasta de papel. Fundamental detener la degradación
de los suelos. Las soluciones están ahí, y hay que ponerlas en marcha.
La lucha contra el cambio climático es una emergencia global que ya no
admite excusas. Aceleremos las actuaciones necesarias. Los jóvenes y el futuro
lo están demandando.
Publicado en
Ecologismo de Emergencia el 15 de marzo 2019
Comentarios
Publicar un comentario