¿Retos a futuro o cambiar el presente ya?
El crecimiento económico sin límite, ese que se asume como principio básico e incuestionable en los ámbitos económicos capitalistas, hace tiempo que se ha demostrado falaz y nos está haciendo mucho daño. El sistema económico capitalista no respeta la vida, genera desigualdad, destroza las bases que sustentan su propio desarrollo, nos ahoga con la contaminación que genera y propaga… contaminación en suelos, en aire, en océanos… basura e ingentes cantidades de plásticos y de otros tóxicos que se acumulan a escala planetaria.
Por ello, se
impone un cambio de paradigma que sustituya la premisa actual. Esa que asume
sin cuestionarlo, que el crecimiento económico permanente, y no solo permanente
sino sin fin, es imprescindible para generar riqueza y bienestar. Para
trascender la existencia de límites que lo contenga o cuestione ponen su fe en
las soluciones tecnológicas. Son fieles creyentes en que el modelo depredador
capitalista no minará los cimientos planetarios y los servicios ecosistémicos
que lo sostienen.
Asumen con
esperanza ciega que la tecnología los salvará de los atolladeros a los que su
falta de respeto y, por qué no decirlo, de conocimiento, los aboca. Son tecno-optimistas
y ya hace tiempo que se sabe que lo que se produce con la tecnología es un
efecto rebote, la llamada paradoja de Jevons. Curioso
concepto para referirse a que, a medida que el perfeccionamiento
tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más probable
un aumento del consumo de dicho recurso que su preservación o ahorro.
Como segundo
dogma también depositan su fe en caminar en la dirección de una desmaterialización de
la economía, que tampoco es generalizable. Necesitamos energía, alimentos,
aire, agua, suelo…, son insustituibles, indesmaterializables. Con el tiempo acabarán dándose cuenta de que
estas creencias, que no son ciencia, no eran tan de fiar y el fin de ese modelo
hegemónico acabará por sorprenderlos abruptamente. Salvo que los infieles y descreídos tomemos
las riendas y no les demos el tiempo que necesitarían para ver su error y la
verdadera realidad que enfrentan. Es decir, que todos los recursos y los
materiales que el metabolismo capitalista consume y agota, se están agotando.
Lo hacen si no son renovables, pero también en el caso de que lo sean, porque
no se están respetando las tasas de renovación natural.
El consumo
ininterrumpido sobre el que descansa el crecimiento en breve se quedará sin
saldo en la cuenta, lo que convierte el actual modelo económico en insostenible.
Lo miremos por donde lo miremos, eso es algo que ya podemos constatar. A nivel
global, el crecimiento se está ralentizando ya, aunque aún haya un puñado de
países que crecen a un cierto ritmo. Tenemos los ecosistemas y el planeta tan
sobreexplotados que decreceremos a nivel global en breve. La cuestión es si se
hará de forma ordenada, -ojalá seamos capaces-, o caótica.
Por otro
lado, consideremos que no se trata solo de que sobrepasamos los límites
consumiendo cada vez más rápido lo que nos provee la naturaleza. En el sistema
que configura la tierra y que ha presentado un equilibrio estable durante, al
menos, los últimos 12.000 años, no sólo existen unos límites físicos.
Considerarlo así supondría reducir al sistema Tierra a un gran saco de recursos
limitados (suelo, agua, diversidad, minerales, combustibles fósiles, etc.), y
esto no es así. El sistema Tierra, es un sistema complejo, que nos provee unas
condiciones de vida relativamente cómodas. Y son esas condiciones estables de
un sistema complejo como el terrestre las que hay que preservar y las que están
en peligro. Es decir, nuestro mundo es mucho más que una gran mina, aunque no
se reproduzca, en muchos aspectos, se parece mucho a un ser vivo, de ahí la
hipótesis Gaia.
Necesitamos
que Gaia siga siendo un espacio seguro y justo, no es una opción, es el único
camino. Necesitamos a personas amorosas, capaces, solidarias, austeras, con la
que construir un modelo alternativo. Necesitamos educar para la cooperación y
no para la competencia.
Necesitamos implementar
medidas, marcos normativos, políticas, que hagan más probable traer a la vida
de las personas ese espacio seguro en
el que vivir y justo para todas.
En este contexto no encuentro mejor propuesta
que la propuesta de Kate Raworth cuando en 2012 reflexionó y propuso lo
que denominó “Un espacio seguro y justo para la humanidad”. Se
preguntaba si todas podríamos vivir dentro de una hipotética rosquilla,
entre el techo planetario que marca las condiciones de habitabilidad de nuestro
entorno y un suelo social irrenunciable, que es el que permite vidas dignas
para todas.
El reto es
lograr vidas dignas para todas y no malograr que ese espacio que nos alberga,
que es Gaia, tenga un buen estado de salud para cuidar de los que nos sucederán.
Según
Raworth, ese suelo social mínimamente justo y equitativo debe incluir el acceso
al empleo y a un mínimo ingreso vital, a salud y sistema sanitario, educación,
acceso a la vivienda, energía, seguridad y soberanía alimentaria, o igualdad de
género. Todas ellas son dimensiones necesarias para garantizar a las personas
vidas dignas de vivirse. Pero, además, y sobre todo, hay que garantizar que
seamos capaces de mantener en condiciones adecuadas el techo ambiental,
imprescindible para mantener la vida. Si no lo hacemos, no podremos subsistir
en un planeta muerto. Trabajemos juntas para contarlo y hacerlo. Estamos
inmersas en tiempos convulsos y el objetivo debe estar en superar el formidable
reto colectivo.
Artículo
publicado en Contrainformación el 18 de enero 2019
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