‘Economía rosquilla’: entre una base social igualitaria y un techo ecológico
La economista Kate
Raworth reclamaba, frente al ultra-capitalismo, un
espacio entre el techo planetario que marca las condiciones de
habitabilidad de nuestro entorno y un suelo social verdaderamente
democrático, participativo e igualitario. Lo hizo en un
informe encargado para Oxfam Intermon en 2012.
Cada año el
Día de la sobrecapacidad de la Tierra, es decir el día en que nuestro planeta
entra en números rojos, se adelanta; el consumo ininterrumpido está provocando
un agotamiento de los recursos por encima de su capacidad de renovación
natural, lo que convierte el actual modelo económico en insostenible. Por eso,
necesitamos un espacio seguro, no azaroso, y justo, en términos éticos, para la
Humanidad. Y ese esfuerzo para lograr un espacio seguro y justo debería verse
reflejado en un contrato social con cada una de nosotras.
Como
sociedad tenemos que enfrentarnos a situaciones difíciles, como el deterioro
progresivo y, a veces brusco, de recursos vitales como el aire, el agua o el
suelo, que son bienes comunes a los que cada habitante debe tener derecho.
También deberemos abordar situaciones de abuso y vulneración como desahucios
injustos, falta de vivienda pública, gentrificación, turistificación, deterioro
de las condiciones de vida de muchos colectivos, trato vejatorio a las minorías
y a los migrantes… Todas ellas son situaciones sangrantes a las que hacer
frente para buscarles solución.
La
pretensión debiera ser construir el bien común; implementar medidas, marcos
normativos, políticas, que hagan más probable traer a la vida de las personas
ese espacio seguro y justo. Sin embargo, este objetivo hace tiempo que parece
haberse desvirtuado y sacrificado, en el altar del sistema capitalista en que
estamos inmersas.
Hay que lograr vidas dignas ahora, y dentro de 50 años; y eso supone que las políticas públicas deben definirse más allá de los cuatro años de una legislatura. La prestigiosa economista Kate Raworth reflexiona sobre ello en Un espacio seguro y justo para la humanidad, donde se preguntaba si todas podríamos vivir dentro de un hipotético donut, entre el techo planetario que marca las condiciones de habitabilidad de nuestro entorno y un suelo social, que es el que permite una vida mínimamente digna.
Y hay muchas
personas que han perdido pie o, peor aún, nunca han tenido un suelo social
digno que pisar. Somos más pobres ahora que hace 5 años y la desigualdad
ha crecido de manera alarmante. Tenemos una crisis de refugiados climáticos y
sociales a nivel global; somos la frontera sur de Europa y, todos los días,
centenares de personas se tiran al mar Mediterráneo en busca de un futuro en un
norte enriquecido, del que formamos parte. Al otro lado del Atlántico, hay
miles de hondureños que huyen hacia Estados Unidos, en busca de una vida digna,
y el presidente Trump los va a recibir con el ejército. El reto es lograr vidas
dignas para todas y no malograr ese espacio que nos alberga.
Según
Raworth, ese suelo social mínimamente justo y equitativo debe incluir el acceso
al empleo y a un mínimo ingreso vital, a salud y sistema sanitario, educación,
acceso a la vivienda, energía, seguridad y soberanía alimentaria, o igualdad de
género. Todas ellas son dimensiones necesarias para garantizar a las personas
vidas dignas de vivirse. Además, hay que garantizar que seamos capaces de
mantener en condiciones adecuadas el techo ambiental, imprescindible para
mantener la vida.
Por tanto,
el límite físico es la Tierra, nuestro planeta, algo que debemos cuidar y
respetar por nuestro propio bienestar. Ese equilibrio que hace posible que
tengamos vidas dignas está en peligro en muchos lugares, y sobre eso existe
consenso en la comunidad científica, no es una afirmación gratuita que pretenda
asustar.
Lo que amenaza este funcionamiento es el crecimiento económico sin límite, que no respeta la vida, que genera desigualdad, contaminación, basura e ingentes cantidades de plásticos, que se acumulan a escala planetaria. Cuidar el planeta es la mejor forma de cuidar a las personas que nos sucederán, a nuestros hijos y nietos, y es ahora cuando debemos actuar.
Artículo
publicado originalmente en El
Asombrario el
pasado 30/11/2018.
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