Dulces fresas con amargo regusto para el ecofeminismo

 Está de actualidad estos días la situación denunciada en los campos de frutos rojos sobre las condiciones en que se tienen a las jornaleras venidas para cosechar esos frutos. Se ha pretendido desde el parlamento andaluz dar un apoyo expreso al sector agrícola onubense en su conjunto, como fuente de generación de riqueza, empleo y desarrollo social. Sin embargo, nos parece que adolece de rigor y pinta un panorama que, no se ajusta demasiado bien a la realidad del sector agrícola onubense, ni al del sector en el resto de España.

Se trata de un desarrollo basado en un modelo claramente insostenible, depredador de recursos y precarizador de condiciones laborales y condiciones de vida de temporeras y jornaleras agrícolas. Muy triste nos parece, que esa precarización se cebe especialmente en las mujeres, una vez más. Y a raíz de que tres responsables de fincas estén siendo investigados por abusos sexuales, se levantan voces defendiendo las bondades del sector y sus logros. Pero no podemos por menos que denunciar que esos logros son, una vez mas, económicos y no equitativamente repartidos, conseguidos generando una gran deuda ecológica y social. Por supuesto que hay agricultores y empresarios del sector (sí, en masculino) que ofrecen condiciones laborales dignas, pero habrá que reconocer también que las ONGs que trabajan sobre el terreno, llevan años denunciando abusos. Este año ha sido especialmente truculento al ser 17.000 mujeres temporeras, las recibidas. Unas 6.000 repetían de años anteriores, sin embargo, unas 11.000 han venido a trabajar a los campos de Huelva tras petición de la patronal fresera, y bajo la autorización del gobierno central.  Con reuniones de la Mesa de la contratación en origen (gobierno central, junta de Andalucía, patronal y sindicatos) Nos preguntamos si la subdelegación del gobierno en Huelva, o la Junta de Andalucía, en su dirección general de políticas migratorias han aumentado los recursos: edati (cuerpo especial de la guardia civil en temas migratorios), inspección de trabajo, mediadores sociales y culturales, servicios sociales, sanitarios, etc…) para recibir este contingente de 17.000 mujeres.

Son mujeres en situaciones muy vulnerables las que terminan estando al final del último eslabón de esta cadena. Un sector donde la igualdad de género ni existe ni se vislumbra de momento. Manijeros y responsables de fincas, con poca supervisión de las empresas y las administraciones públicas, son los encargados de cientos de mujeres a las que en muchas ocasiones tratan con insultos, amenazas y vejaciones.

Son las mujeres las que se agachan a recoger los frutos, las que están bajo los plásticos, siendo los puestos de responsabilidad de fincas y naves de envasado, los ejercidos por hombres. Por ello el modelo agrícola, tanto en el sector de los frutos rojos como el promovido en general adolece de defectos identificables a los que poner remedio cuanto antes.

No podemos dejar de preguntamos qué está pasando alrededor de la contratación en origen. En el contingente de este año, la mayoría eran mujeres marroquíes, contratadas a través de un convenio con Marruecos, donde una agencia de colocación marroquí (ANAPEC) se encarga de la selección. En su mayoría escogidas con un perfil: mujer, mediana edad, con cargas familiares, separada o viuda… Este año han llegado mujeres que no hablan nada de español, ni siquiera francés, de zonas rurales aisladas de Marruecos, con un nivel de alfabetización muy bajo. No se les había explicado su trabajo en los campos de fresa. Mujeres que firman contratos en español con un X. Mujeres que han sido hacinadas en fincas. Que venían para trabajar tres, cuatro meses, desde principios de abril. Por “no consecución de objetivos”, a mediados de mayo, algunas sólo habían trabajado 8 días tras ser echadas del trabajo, y por tanto de la finca donde vivían. Estas mujeres, que son desalojadas de las fincas donde trabajan y viven, tienen que volver a sus países de origen costeándose el viaje de vuelta (el empresario solo tiene obligación de pagar el viaje de ida). Mujeres a las que se les ha retenido el pasaporte para que no abandonen el país hasta que terminara la campaña, aun cuando no podían trabajar. Si a una española, conocedora de sus derechos laborales y sociales, le cuesta denunciar un abuso, ya sea sexual o laboral, podemos imaginar la dificultad con la que estas mujeres se encuentran. Y tenemos que escuchar decir a la patronal fresera que es todo un bulo. Cuando hay ONGs que llevan años denunciando las condiciones de las personas, especialmente las mujeres temporeras, en los campos.   

Este es el modelo social creado alrededor de unos beneficios de casi 1.000 millones de €. Parece evidente que con la modernización del sector en I+D+I y los beneficios económicos no es suficiente para afirmar que hay desarrollo social alrededor de la riqueza y el empleo, porque ese empleo se parece mucho a la explotación.

El 8 de marzo las mujeres, en ruidosa multitud salimos a reclamar algo obvio. Pero persiste la negación de lo obvio. No sólo han denunciado temporeras marroquíes, también lo han hecho temporeras españolas y si no existiera la precariedad y la dependencia que tienen de un trabajo mal pagado para subsistir, habría más denuncias. El valor de las exportaciones de las que presume el sector descansa, aunque solo sea en parte, en situaciones de explotación y abuso contra las mujeres como los recientemente denunciados.  

El IV Congreso Internacional de Frutos Rojos (por cierto, con 19 ponentes hombres y solo 4 mujeres), desarrollado recientemente, no abordó esta otra realidad del sector. Ni la más mínima preocupación por el deterioro, a pasos agigantados de parte de los recursos de la provincia, ni por el problema que genera, la negativa de China a seguir haciéndose cargo del plástico sobrante en las explotaciones, ni por el peligro y la amenaza que pueden suponer las balsas de Rio Tinto que, según denuncian asociaciones ecologistas, EQUO e informes de la universidad de Huelva, presenta síntomas muy parecidos a los de Aznalcollar antes de reventar. Ni, por supuesto, qué puede pasar con la reapertura de la Mina de Aznalcollar y sus influencias en la zona de Doñana, y que repercusiones podría tener en la credibilidad internacional…

Respecto a los regadíos, se ha pasado a un grado de insostenibilidad con extracciones ilegales y aumentos de Has. regadas que hacen peligrar todo el sector. Con el trasvase de aguas de la cuenca del Piedras, el Tinto y el Odiel a la cuenca del Guadalquivir, no se solucionará el problema que ya es estructural por el exceso de regadíos, muchos de ellos ilegales. Y esto no es exclusivo de Huelva, sino que es un problema generado por un modelo agrícola equivocado, que además de la explotación laboral, explota más allá de lo recomendable, la materia prima de la que se nutre, esto es, agua y suelo.



A pesar de hablar de calidad y de agricultura ecológica, no quieren referirse a la balsa de fosfoyesos que, todavía hoy, Fertiberia tiene en la Punta del Sebo, y que es, o debería ser, una vergüenza para quien lo permite y consiente, porque afecta a todo el sector de los frutos rojos, si es que aspira a ser tomado en serio por los mercados internacionales.

En fin, ¿qué hacer con el plástico sobrante en las explotaciones? Y con las balsas de fosfoyesos ¿qué hacer? Si apareciese un artículo en una revista alemana denunciando que se están produciendo y CERTIFICANDO fresas ecológicas muy cerca de una balsa con residuos tóxicos y peligrosos, incluido Cesio 137… ¿Diremos también que se trata de una campaña de desprestigio del sector?

Se oyeron en ese congreso defensas cerradas en torno al sector pintando escenarios inmejorables, modernizaciones, empresas competitivas y mercados exigentes…. Frases que lo mismo valen para el sector de los frutos rojos, que para el sector del porcino o para las vacas de cría. Es decir, discursos planos y absolutamente sesgados por el ideario economicista y basado sólo en el PIB. Si de verdad las administraciones competentes y los empresarios consideran estratégico el sector agrario onubense, deberán dar la vuelta al modelo (agrícola y laboral) y poner a las personas antes que al beneficio y al PIB. Eso significa plantear un futuro capaz de abordar los retos que enfrentamos. Estos no son baladíes y requerirán grandes dosis de resiliencia para superar los deterioros ambientales y las injusticias sociales, incluidas las de género, que el actual modelo está produciendo.

Carmen Molina y Laura Limón

Publicado en Ecologismo de Emergencia Blog de Público.es el 3 de julio de 2018

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