¿DESDE DÓNDE MIRAMOS EL MUNDO?
Las miradas sobre el mundo y la realidad que nos rodea tiene rasgos muy específicos según quién observe. Pero, siendo diferentes, con circunstancias diferentes y originarias de distintos lugares del planeta, sin embargo, sujetos diferentes pueden llegar a visiones holísticas de este mundo global en el que todos somos interdependientes (no podemos sobrevivir aislados del resto de nuestros semejantes o fuera de la sociedad) y, por supuesto ecodependientes (tampoco podemos pervivir sin tener en cuenta que dependemos de los ecosistemas naturales que son el soporte físico que nos sustenta). ¿La realidad nos avasalla? Reflexionar sobre el mundo y su deriva, nos puede motivar a la acción concreta que cambie esa realidad.
Hace un tiempo, leí un artículo de opinión de Marga Mediavilla (una mujer
que reflexiona sobre el mundo y su deriva). Y me hizo recordar la figura de una
de las mujeres que me han inspirado en mi devenir personal, Lynn Margulis. En
dicho artículo hacía un certero análisis sobre el camino por donde nos lleva la
tecnología y las nuevas habilidades que se le otorgan a los robots. Me pareció
muy relevante la reflexión que hacía sobre las habilidades adquiridas por la
inteligencia artificial y que tienen que ver con la “percepción” de que la cooperación es la mejor
estrategia para evolucionar, dando la razón a Lynn Margulis y
contradiciendo a Darwin y su idea de que la evolución se desarrolla mediante la
competencia.
Margulis es la bióloga que nos proporcionó una de las teorías
más revolucionarias de la historia de la evolución en ese sentido. En realidad,
creo que en el fondo, es la base de la condición femenina: a saber, funcionamos
con soltura en clave COLABORATIVA o COOPERATIVA. La COMPETENCIA es más
característica de “lo masculino” y es la base de lo que Darwin pensó que
impulsaba la evolución de las especies.
Lynn
Margulis: microbióloga, genetista no convencional, divulgadora de la ciencia y,
sobre todo, teórica de la evolución. Revolucionó la teoría de la Evolución
reivindicando la simbiosis, que es una asociación de organismos en la
que hay beneficio mutuo, y en la que ambos sacan provecho de la vida en común. Vio
la SIMBIOSIS con el microscopio y se dio cuenta de que cada una de nuestras
células era el resultado a su vez, de la COOPERACIÓN entre otras células más
sencillas que se habían aliado para trabajar juntas.
Yo la conocí, siendo estudiante de Biología,
en una conferencia multitudinaria que dio en nuestra universidad. Nos deslumbró,
al menos a mí, la energía y lucidez con que exponía lo que claramente
constituía una visión muy femenina del mundo. Nos habló de la hipótesis GAIA
sobre la que había discutido y debatido ampliamente con James Lovelock. La hipótesis
en cuestión, es aquella que considera a nuestro planeta como un organismo vivo.
Y esa es una idea que entronca con la condición “femenina” de los cuidados y de
la que bebe el ecofeminismo.
Lovelock, bioquímico inglés, fraguó la idea de
que el ecosistema Tierra funciona como un superorganismo. Cuando publicó la
hipótesis de Gaia, provocó una sacudida en muchos científicos, sobre todo en
aquellos con una mente más lógica que odiaban un concepto que sonaba tan
místico. Tanto más después de que la llamara Gaia, por la antigua diosa de la
tierra.
Como Margulis relata en el prólogo de su
libro Planeta simbiótico, no vio inmediatamente la relación
de su endosimbiosis con Gaia. Primero fue una frase de su hijo que la hizo
reflexionar y después el comentario de uno de su ex-alumnos: La
hipótesis Gaia es ver la simbiosis (asociación donde hay beneficio mutuo) desde
el espacio.
Lynn Margulis colaboró con James Lovelock en
el desarrollo de la teoría de Gaia y cuando era entrevistada sobre el tema,
argumentaba que suscribía la frase de Nietzsche: “La tierra es un lugar muy
bonito, aunque está afectada de una enfermedad: los humanos.”
En el libro ¿Qué es la vida? Margulis nos invita, primero a
explorar con ella, científica y filosóficamente, los enigmas y, de paso, a
ahondar en los orígenes de la vida, examinando, por ejemplo, la conexión
biológica entre muerte programada y sexo, la evolución simbiótica de los reinos
orgánicos, la noción de la Tierra como un superorganismo y la fascinante idea
de que la vida, y no sólo la humana, tiene libertad de acción y ha tenido un
papel insospechadamente importante en su propia evolución.
“Así, vamos comprendiendo que, en realidad, la vida es un proceso material que
cabalga por encima de la materia como una extraña y lenta ola, que es un caos
artístico controlado, un conjunto de reacciones químicas asombrosamente
complejo que empezó su andadura hace cuatro mil millones de años y que ahora,
en forma humana, escribe cartas de amor y emplea computadores de silicio para
calcular la temperatura de la materia en el nacimiento del universo.
Descubrimos que la vida es, a fin de cuentas, algo aparentemente obvio: la
celebración de la existencia.”
Con la inspiración de las reflexiones que se hizo en su día Lynn
Margulis, podemos imaginar cómo abordar la crisis global asumiendo los
postulados que ella aplicó en la Biología y que han acabado siendo admitidas
por la comunidad científica, tan reacia al principio. Es decir, evolucionemos
cooperando y desechemos la competencia como motor.
Y vuelvo a enlazar con el artículo que leí hace un tiempo: se está
promoviendo una competencia feroz en esta sociedad capitalista.
Estamos metidos en una dinámica de
competencia de la que no sabemos salir. Decía la autora del artículo que “Los
robots han aprendido a cooperar entre sí
para ser similares a los humanos, sin embargo, a los humanos no se nos permite
hoy ese lujo. Nosotros debemos someternos a la ley del mercado y jugar los
juegos del hambre global que nos impone el capitalismo. Aunque los robots hayan
conseguido grandes avances siendo cada vez más sensitivos, nosotros debemos ser
insensibles al drama social del desempleo, insensibles al deterioro ambiental,
insensibles a nosotros mismos. Aunque la ingeniería moderna está descubriendo
las cualidades superiores de la cooperación, nuestra máquina económica
tiene como único mecanismo la competencia.
Y lo que aprendemos de esto es que: tenemos que cooperar entre nosotros y
ser muy sensibles al medio ambiente que nos rodea si queremos salir adelante y
dejar atrás este modelo económico que está rompiendo los equilibrios de GAIA y
poniendo en peligro nuestra supervivencia.
De momento estamos demostrando ser bastante torpes a la hora de cooperar
y solucionar los problemas globales. ¡Recuperemos el rumbo!
Publicado el 19 de julio de 2017 en Andalucía información
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