Quema de residuos en Cementeras y Contaminación del aire …¡Aspire!...¡Expire!
La actividad humana, basada en una economía de crecimiento
permanente y adicta al consumo de energía, ha incrementado la concentración en
la atmósfera de gases que son muy
perjudiciales para la salud, como los óxidos de azufre, de nitrógeno, de
carbono, CFCs...
En todos los países existen unos límites impuestos a
determinados contaminantes que pueden incidir sobre la salud de la
población y su bienestar.
Repasando algunos de los compuestos, tenemos al monóxido de C que se produce por
combustión incompleta en los motores de los coches, y en las áreas
muy urbanizadas tiende a haber una concentración excesiva de este gas.
Por otro lado, la concentración de CO2 en la atmósfera está aumentando de forma
constante debido al uso de carburantes fósiles como fuente de energía y
es el causante del incremento de la temperatura de la Tierra –efecto invernadero. La reducción de las
emisiones de CO2 a la atmósfera permitiría que el ciclo del
carbono alcanzara el equilibrio a través de los grandes sumideros de
carbono como son el océano profundo y los sedimentos.
Otro más: el monóxido
de N, gas incoloro y poco soluble en agua, se produce por la quema
de combustibles fósiles en el transporte y la industria. Produce lluvia
ácida.
En cuanto al dióxido de azufre generado en la combustión del carbón, decir que
también forma parte de la lluvia ácida. Los contaminantes que forman la lluvia
ácida pueden recorrer grandes distancias, y los vientos los trasladan miles de
kilómetros antes de caer con el rocío, o con la lluvia. Los compuestos de azufre también atacan
a los materiales de construcción, formando sustancias solubles en el agua y
afectando a la integridad y la vida de los edificios y esculturas.
Algunos más, además de los citados, hay que añadir a los
compuestos nocivos que las actividades industriales o de transporte generan
cada día, y son muchos los estudios que han vinculado la contaminación del aire
con afecciones en la salud. Y en zonas urbanas son motivo de preocupación,
siendo ancianos y niños, especialmente vulnerables. Esta preocupación ha
generado Plataformas ciudadanas contra
la incineración de residuos en aquellos lugares donde existen instalaciones
que lo hacen. ¿Quién puede aceptar de buen grado, que coloquen cerca de su casa
una instalación que queme residuos y ensucie el aire que respira, por mucho que
garanticen el uso de filtros u otros mecanismos para minimizar efectos?
La directiva 2008/98/CE sobre residuos, insta a los estados
miembros a priorizar la prevención (aquello de que el mejor residuo es el que
no se genera) y reutilización, fomentando un reciclado de alta calidad mediante
la recogida selectiva de residuos. La
jerarquía aprobada a nivel estatal y europeo en materia de residuos prioriza la
reutilización y el reciclaje sobre la incineración.
La utilización de residuos como
combustible incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y de
contaminantes tóxicos. Sin embargo, son muchas las autorizaciones que se están
concediendo a cementeras que están dedicando sus plantas a la coincineración de
residuos.
El Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático señala como medida para mitigar las
emisiones de gases de efecto invernadero en el sector industrial la
reutilización y reciclado de materiales, y no su incineración. Este enfoque se
mantiene en el texto de la Estrategia española de lucha frente al cambio
climático. Dentro de la política
comunitaria en materia de residuos, la jerarquía para la gestión es: prevención,
reducción, reciclaje, valorización material, y como última opción, la
incineración/eliminación. En este orden, y de acuerdo a la reciente postura de
la Corte Europea de Justicia, la incineración –con o sin valorización
energética- habrá de tener la misma consideración que la eliminación–última
opción en la jerarquía-.
Pero parece que hacerse cargo de la
gestión de residuos es una actividad económica muy rentable, y además las
cementeras autorizadas negocian con la venta de emisiones de CO2.
Debe
quedar claro que la incineración es una fuente de energía sucia e ineficiente,
a pesar de que se quiere vender como energía limpia y parte de la transición
energética. Sin embargo, tiene unos niveles de aprovechamiento energético muy
pobres. La poca producción energética de la incineración no compensa el ahorro
energético que se conseguiría con la prevención, la reducción, la reutilización
y el reciclaje.
Además,
las industrias cementeras y las incineradoras reciben subvenciones fruto de los
derechos de emisión de CO2. Al considerarse falsamente que la quema de residuos
es neutra ante el cambio climático, por lo que se les contabilizan menos
emisiones de las reales.
En
relación al chantaje que vienen realizando estas empresas con los puestos de
trabajo, habría que aclarar que hay una serie de impactos socioeconómicos
negativos generados por la incineración de residuos. Impactos, lógicamente
ligados a las repercusiones sobre la calidad ambiental, en especial sobre la
calidad del aire, una circunstancia a la que es especialmente sensible la
actividad agroalimentaria y también el turismo. La contaminación atmosférica
causa daños en los cultivos que se traducen en una disminución del rendimiento y
una mayor sensibilidad a plagas y enfermedades.
Más allá
de los efectos directos de dioxinas y otros compuestos emitidos, hay
preocupación con su bioacumulación en seres humanos como consecuencia de su
persistencia y la ingestión de los alimentos de origen animal contaminados. Por
ello hay estrictas normativas que limitan el contenido de estas sustancias
tóxicas en los alimentos. La detección de producciones agrícolas contaminadas
supondría un duro golpe para el productor y su entorno económico. Por tanto, la
sola posibilidad de deteriorar la calidad del aire, tendrá una traducción
económica que no se suele valorar.
Por el
mismo motivo, y en relación al empleo se deberá contemplar el balance entre los
puestos de trabajo mantenidos por cementeras y aquellos destruidos en otros
sectores como el agrícola. Porque perjudica severamente al sector primario, a
explotaciones agrarias y ganaderas, incidiendo negativamente en la calidad de
su producción y posibles certificaciones de calidad. Se hipoteca así el futuro
de las comarcas donde operan estas cementeras con autorizaciones para
incinerar. Un territorio con contaminación del aire y acumulación de residuos
tampoco es atractivo como lugar de ocio o turismo. Y en cuanto al empleo
directo que se genera en estas plantas, baste decir que la incineración emplea
a menos personas que las plantas de reciclaje.
Según
la fundación Amigos de la Tierra si aumentásemos nuestra tasa de
reciclaje, la UE podría crear para el año 2020 hasta 750.000 nuevos puestos de
trabajo relacionados con el sector.
5.250
millones de toneladas de residuos reciclables terminan cada año en los
vertederos e incineradoras europeas. Su reciclaje supondría la eliminación de
aproximadamente 148 millones de toneladas de gases contaminantes
de la atmósfera. Además, por cada tonelada de residuos que se recicla se multiplica
por 10 la generación de empleos respecto al número de trabajos que se
crearían si se incinera o envía a vertederos la misma cantidad de residuos.
Por
tanto, el reciclaje además de ecológico y positivo para la naturaleza, puede
ayudarnos a mejorar la economía. Una razón más para que nos concienciemos de la
necesidad de reciclar nuestros residuos en lugar de dejar que se les “valorice
energéticamente” incinerándolos.
Necesitamos
con urgencia un Plan de gestión de residuos sostenible y activo, en la
búsqueda del residuo cero, que debería ser el objetivo principal hacia el que
encaminarnos.
Publicado
en Blog Sostenible el 17 de octubre de 2016
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