Incineración versus residuo cero
La economía de crecimiento permanente en la que estamos inmersos, adicta al consumo de energía, ha incrementado la concentración en la atmósfera de gases perjudiciales para la salud.
Monóxido de
carbono (CO) producido en la combustión incompleta de vehículos a motor, en
áreas muy urbanizadas. Dióxido de carbono (CO2),
principal causante del incremento de la temperatura de la Tierra, cuya reducción,
permitiría que el ciclo del carbono alcanzara el equilibrio, a través
de los grandes sumideros de carbono, como el océano profundo y
los sedimentos. Monóxido de nitrógeno (NO), generado en la quema
de combustibles fósiles en transporte e industria, uno de los gases que
producen lluvia ácida. Dióxido de azufre (SO₂) generado en la combustión del
carbón y que también causa lluvia ácida… y algunos más. Son gases que están
alterando la atmósfera y generando muchos problemas de salud no sólo a los
humanos.
Los contaminantes pueden recorrer grandes
distancias porque los vientos los trasladan miles de kilómetros antes de caer
con el rocío o con la lluvia ácida.
Frente a la
emisión de gases como estos, el uso de filtros u otros mecanismos para
minimizar los efectos de la quema de residuos, que se da en industrias cementeras,
no es suficiente para dar por buena esta actividad. Y es lo que desde hace unos
años se viene proponiendo: quemar residuos como combustible. Se dice que es un
buen método porque se ahorra en la quema de cocke de petróleo, combustible
habitual en las cementeras. Además, lo plantean como método para deshacerse de
residuos. Pues bien, no es todo lo inocuo que pretenden vendernos los
responsables de las cementeras, ni tampoco lo es, si sirve para asumir que es
una buena manera de eliminar los residuos que generamos. Ese es uno de los
principales argumentos que esgrimen para dar por buena esa “valorización energética” que hacen las
cementeras. Su bondad se debe, entre otras cosas, -declaran-, a que reduce la
deposición de residuos en vertedero y por tanto evita invertir en la
construcción de plantas incineradoras. No acumular residuos en vertederos, y
dispersarlos en el aire, no debe considerarse como un buen método de
eliminación de residuos. Porque en el aire son contaminantes que generan
dificultades respiratorias y provocan otros problemas de salud.
Cada año,
5.250 millones de toneladas de residuos reciclables terminan en los vertederos
e incineradoras europeas. Su reciclaje supondría evitar en la atmósfera
aproximadamente 148 millones de toneladas de gases contaminantes.
Además, por cada tonelada de residuos que se recicla, se multiplica por
10 la generación de empleos respecto al número de trabajos que se
crearían si se incinera o envía a vertederos la misma cantidad de residuos. Por
tanto, es cierto que interesa disminuir lo que llega a los vertederos, pero no,
hacerlo quemando los residuos generados en exceso, sino evitando que lleguen a
generarse, es decir, aplicando la directiva 2008/98/CE sobre residuos, que
insta a los estados miembros a priorizar la prevención (aquello de que el mejor
residuo es el que no se genera) y reutilización, fomentando un reciclado de
alta calidad mediante la recogida selectiva de residuos. En definitiva, si
queremos aire mas limpio, disminuyamos los residuos que generamos.
La jerarquía
aprobada a nivel estatal y europeo en materia de residuos prioriza la
reutilización y el reciclaje sobre la incineración, o valorización si así
prefieren nombrarla. Y lo que se hace dando autorizaciones a las cementeras es
despreciar el valor que puedan tener los materiales recuperados, reutilizados o
reciclados en una economía circular que es hacia donde deberíamos ir.
El Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre Cambio
Climático señala como medida para mitigar las emisiones de gases de efecto
invernadero en el sector industrial la reutilización y reciclado de materiales
y no su incineración. Este enfoque se mantiene en el texto de la Estrategia
española de lucha frente al cambio climático.
La política
comunitaria en materia de residuos, nos insiste en que la jerarquía para la
gestión es: prevención, reducción, reciclaje, valorización material, y como
última opción, la incineración/eliminación. Así que, de acuerdo a la reciente
postura de la Corte Europea de Justicia, la incineración –con o sin
valorización energética– habrá de tener la misma consideración que la
eliminación, es decir, será la última opción.
Parece,
además, que hacerse cargo de la gestión de residuos, que es lo que dice hacer
la industria cementera, es una actividad económica rentable. Las cementeras
autorizadas negocian con la venta de emisiones de CO₂, y reciben subvenciones fruto de los derechos de emisión de
CO₂, al considerarse, falsamente, que la quema de residuos es
neutra ante el cambio climático, por lo que se les contabilizan menos emisiones
de las reales. El mercado o intercambio de emisiones es en realidad un enorme
problema. Necesitamos reducir la cantidad de carbono en la atmósfera a 350 ppm
si queremos evitar un desastre climático, y no se puede plantear como solución,
el comercio de emisiones.
Pero es que,
además, la incineración tiene unos niveles de aprovechamiento energético muy
pobres, por lo que se podría decir que la ventaja de quemarlos como combustible
es escasa.
Necesitamos
con urgencia un Plan de gestión de residuos sostenible y
activo, en la búsqueda del residuo cero, que debería ser el
objetivo principal hacia el que encaminarnos. Y ese objetivo, desde luego, no
pasa por “valorizarlos energéticamente” sino por disminuir su generación.
Por todo lo
explicado hasta aquí, se me hace difícil entender, que el consejero de Medio
Ambiente y Ordenación del Territorio, sr. Fiscal, un año mas, decida ponerse al
lado de la patronal cementera y acuda a un acto organizado por la misma para
promocionar actividades que no redundan en beneficios ambientales ni de salud
para quienes viven en las cercanías de sus instalaciones, como le recuerdan las
Plataformas Contra la Incineración en Cementeras.
Un estudio
científico elaborado por el Área de Epidemiología Ambiental y Cáncer del Instituto
de Salud Pública Carlos III, corrobora lo reivindicado por estas Plataformas: En
este estudio se comprueba, analizando al impacto de las incineradoras e
instalaciones para la valorización o eliminación de residuos (sean estos
peligrosos o no), que existe un riesgo mayor de muerte por cáncer en los
municipios ubicados en un radio de 5 kilómetros de estas empresas y especifican
que dichas instalaciones amplían su afectación a 50 kilómetros a la redonda.
Habrá que
buscar y plantear alternativas de funcionamiento que no pasen por la quema de
residuos.
Publicado en
Diario de Córdoba el 28 de octubre de 2016
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