La Política Agrícola no es el reparto de un botín. No hay PAC para señoritos
El
pasado 28 de Marzo, eldiario.es titulaba: “La UE reparte 250 millones en
subvenciones agrícolas entre 60 ricos españoles”. Las redes, la prensa y las
tertulias se incendiaron. Y es normal: la Política Agraria Común (PAC) no
tendría que ser el reparto de un botín, aún menos entre algunas grandes
familias y terratenientes ya muy adinerados. Al contrario, la PAC debería ir
encaminada a promover la agricultura de los pequeños
y medianos productores que trabajan y viven en el campo, y fomentan la
agroecología, los bienes comunes y la soberanía alimentaria.
Sin embargo, la
anterior reforma de la PAC 2014-2020 fue un fracaso en este sentido. Lejos de
“cocinar y degustar” entre todos, una tarta de calidad y duradera, esta actual
política agraria de cuotas y de derechos históricos parece asemejarse a un
“quién se come el pedazo más grande”. Y en esta negociación para nada ayudaron
la actual ministra, la Sra. García Tejerina, entonces en el equipo del Sr.
Arias Cañete, como el propio ministro. Más bien al revés, se encargaron de liderar
una estrategia a favor de los intereses de unos pocos latifundios y de la
agroindustria. Tampoco es de extrañar sabiendo por ejemplo que la familia
Domecq, la de la mujer de Cañete (que por cierto aparece en los papeles de
Panamá), recibe casi 40 millones de euros en ayudas de la PAC. Los conflictos
de intereses, mezclados con el miedo al cambio por parte de algunos
agricultores, marcaron claramente una nueva PAC errónea que da oxígeno a un
modelo agrícola injusto e insostenible.
Pero
no existe ninguna fatalidad. Existen soluciones alternativas que pueden evitar
que los de siempre se lleven la mayor parte de las ayudas. Es hora de una
Política Agrícola Común negociada y consensuada a nivel europeo que favorezca
un sistema agroalimentario más justo, equitativo y sostenible.
Para
ello, apuntemos algunas propuestas básicas para el primer pilar de la PAC, el
de los pagos directos a las explotaciones:
–
Destinar las ayudas a
la agricultura y ganaderías ecológicas, extensivas y familiares, y en pro de
los bienes comunes y de la soberanía alimentaria. Es fundamental que la PAC sea
una política proactiva que promueva una transición justa y sostenible de un
modelo agrícola del siglo XX a un modelo a la altura de los retos sociales y
ecológicos del siglo XXI.
–
Trabajar por un cambio
en el sistema de pagos por derechos históricos e implantar otro de pagos base
asignando derechos por superficie para evitar que las subvenciones agrícolas
millonarias vayan a parar a manos de pocas familias pudientes.
–
Al mismo tiempo, apostar
por la convergencia de forma progresiva y distributiva de la cantidad percibida
por hectárea, en todos los estados miembros de la UE.
–
Poner un techo a lo
que se puede percibir por explotación (recibe el nombre de “capping”). Supone
consensuar y aplicar una cantidad máxima de ayuda a percibir por un solo
agricultor/productor/explotación. Esta cantidad no debería superar los 150.000
€ siendo evidente, que, si una unidad de producción recibe ese monto y es
rentable, no necesita más.
–
Aplicar el enfoque de género
a la concesión de las ayudas a nivel europeo. Las cifras ponen de manifiesto la
falta de visibilidad de la actividad de las mujeres en el mundo rural, el 67%
de la titularidad de las tierras pertenecen a hombres (Encuesta de
explotaciones agrarias 2013. I.N.E.) y es necesario incluir criterios que
favorezcan a la equidad en la concesión de subvenciones.
Además de las
ayudas directas, hagamos mención a los fondos del segundo pilar, el del
desarrollo rural, cofinanciados por el estado y las comunidades. Creemos
firmemente que se debería incrementar su cuantía y gestionar de modo
descentralizado. La razón es que son estos recursos los que permiten un cambio
en la dinámica del medio rural de nuestros territorios y comarcas. Este cambio
debería ir encaminado a reterritorializar la producción, relocalizar los
mercados a través de circuitos cortos de consumo y producción, así como
potenciar dietas con menos proteínas animales y volver a un consumo de
alimentos de temporada.
Además, es urgente invertir en una agricultura
resiliente frente al cambio climático, el gran reto de este siglo XXI como bien
se escenificó en la COP21 de París. En caso de no actuar de forma decidida,
pondremos en peligro nuestros campos y empleos en la agricultura, y veremos
cómo desaparecen los olivares de Andalucía, las naranjas de Valencia y los
viñedos de La Rioja. Para ello, es imprescindible abandonar de una vez el
monocultivo y apostar por la biodiversidad agrícola. De
hecho, tenemos un sistema agroalimentario diverso, con una estructura
territorial compleja y una casuística muy rica. Tenemos que aprender a
gestionar y planificar esta riqueza, verdadera oportunidad que debemos poner en
valor junto a todos los actores del sector, ya sean campesinos, sindicatos,
consumidores, asociaciones ecologistas, de conservación de la naturaleza y de
defensa de los animales, etc.
Es hora de la
transición hacia un nuevo sistema agroalimentario. Necesitamos y queremos un
modelo agrícola que nos dé de comer a nosotros y a nuestras hijas, y que afronte
al mismo tiempo los retos globales y climáticos de los próximos decenios. Para
conseguir estos objetivos tenemos que reformar esta PAC inequitativa e
insostenible, y convertirla en una PAC distributiva y sustentable.
Carmen Molina, diputada de EQUO en el Parlamento Andaluz
Florent Marcellesi, portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo
Entrada publicada en El Diario.es el 13 de abril de 2016
https://www.eldiario.es/euroblog/pac-senoritos_132_4055930.html
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